Arzee el enano

Por Tiburciosamsa


Me compré el libro porque la solapa me enganchó: “El sueño de Arzee el enano se ha hecho realidad. Ha sido coronado como proyeccionista jefe del Noor, el decrépito cine de Bombay en el que ha estado trabajando desde su adolescencia. Arzee cree que sus peores problemas ya han quedado atrás (su doble marginalidad como enano y como medio hindú y medio musulmán, sus deudas con el gánster Deepak, la novia que lo abandonó) y que por fin podrá casarse y sentar la cabeza. Pero, como le sucede habitualmente, se equivoca de medio a medio.”  Quien escribió la solapa cumplió con su cometido bastante mejor que Chandrahas Choudhury, que es quien escribió la novela.
No es que “Arzee el enano” (traducida en España como “El pequeño rey de Bombay”) sea una mala novela. Lo que es, es una novela coja. Choudhury aborda varias tramas prometedoras: la relación de Arzee con su profesión y con el cine Noor, su historia de amor fallido con su ex-novia Monique, la peculiar relación que mantiene con el gángster Deepak, que le persigue para que pague una deuda, la complicada relación con su madre, que es tan tirana y tan amorosa como suelen ser todas las madres… Muchos temas interesantes que Choudhury ni traba adecuadamente ni remata. Como escritor me irrita cuando veo que a un autor se le ha ocurrido una idea brillante y que luego, a la hora de desarrollarla, no le saca todo el jugo posible. En el caso de Choudhury no le saca ni el 25% del jugo.
El problema esencial de la novela es el personaje de Arzee. Todo gira en torno a él. Por consiguiente, es preciso que sea un personaje redondo y no lo es. Arzee está resentido con el mundo: se siente marginado en un mundo de altos, se siente oprimido por su madre, está amargado por el fracaso de su relación con Monique, está incómodo con su hermano Morbin que es normal… Tal vez la única persona con la que no está realmente resentido, sea el gángster Deepak. Le teme y siente fascinación por él al mismo tiempo.
He conocido a personas resentidas como Arzee y no suele ser muy agradable estar cerca de ellas. Tienen el colmillo retorcido. Se ofenden por nada, pero no les preocupan los sentimientos ajenos. Están muy heridas y en su interior anida un niño que está pidiendo amor a gritos. Lo lamento, pero no tengo ni paciencia ni agallas para llegar hasta ese niño. Prefiero coger el primer autobús que vaya en dirección opuesta a la casa de esa persona.
Para escribir una novela sustentada en un protagonista, el escritor necesita sentir algo de empatía por él. No puedes escribir página tras página, hasta doscientas, si no te enamoras un poco de tu protagonista, si no te identificas un poco con él. El propio Choudhury lo ha expresado en una entrevista de una manera que comparto: “… cada autor es su personaje de alguna manera. Si no lo fuese, no sería un buen personaje (…) si no te puedes imaginar a tu personaje como alguien vivo, nadie más podrá interesarse por él. Y el fondo de experiencia de todo personaje sólo puede venir de lo que el escritor sabe acerca del mundo. (…) el truco de la creación de personajes es que utilices tu experiencia o la de otro. Porque hay un punto débil en un libro, cuando todos los protagonistas parecen autobiográficos e incluso las mujeres de alguna manera parecen la expresión de una mente masculina…”  Choudhury afirma que para ambientarse estuvo parado una temporada y vagabundeó por cines viejos. Loable, pero no suficiente. Puedes frecuentar el tipo de ambientes que frecuenta tu personaje, pero eso no garantiza que vayan a experimentar los mismos sentimientos que él.
Arzee debería de ser un cabronazo con pintas, pero Choudhury no es capaz de escribir 245 páginas con un personaje así. La alternativa obvia sería crear un personaje redondo, explorar al niño herido que Arzee lleva dentro y que busca que le quieran. Choudhury lo hace. Nos presenta a un Arzee entrañable y un poco pesado, lleno de contradicciones. Lo malo es que Choudhury no es ningún Flaubert. Nos ofrece un Arzee de cartón piedra, un Arzee que es como un collage, ahora resentido, ahora entrañable, ahora divertido, en función de las necesidades de su creador.
Fallando el protagonista, que era quien debía sustentar toda la novela, falla el resto. Las tramas no acaban de conectarse y quedar trabadas. Choudhury comenta cómo escribió el libro: “Trabajé de una manera nada estructurada y principalmente por instinto, porque nunca antes había hecho un trabajo a esta escala. Esto hizo que el libro fuera muy laborioso. A menudo no sabía adónde estaba encaminándose la historia, pero a pesar de eso seguía simplemente para ver dónde terminada. Una vez que hube llegado hasta el final (incluso si no era un final demasiado bueno), seguí revisándola una y otra vez, cortando, cambiando y reelaborando, hasta que finalmente los matices y la estructura de la historia se aclararon…” Pues no, lamento decirte que no se aclararon y que violaste una regla de oro que daba Chejov: ponerse a escribir sabiendo cómo va a terminar la historia. Choudhury afirma que “para libros futuros espero trabajar de una manera más organizada”. Lo siento, pero no me engañas. Escriba lo que escriba el tipo que componga la solapa, no me pienso comprar tu próxima novela.