Hacía tiempo que no salía tan disgustado de un restaurante después de una comida. Ha habido ocasiones en las que no sales muy contento con algún detalle, con el servicio o algún plato que no estaba como debería estar, o como esperábamos que estuviera. Estas cosas, son gajes del oficio, del oficio de cocinero o del oficio de comensal, porque también los hay que son para darle de comer a parte. Pero no es este motivo la causa de mi malestar. Mi arrebato estriba en la sensación de haber sido engañados, sino algo más, a la hora de pagar. Pero como siempre, vamos desde el principio. Con la llegada de febrero y las bajas temperaturas organizamos un viaje a la Sierra de María, en la comarca de Los Vélez. La excusa era ver la nieve, pero en realidad queríamos probar el Asador Espadín, de Vélez Rubio, de quien tanto nos habían hablado y muy bien, por cierto. Llegamos sin problema al asador, no obstante, tienen el pueblo lleno de carteles anunciando y guiando al incauto turista hasta sus fauces. Nos sentamos en un salón lleno de fotografías de famosos. Siempre he tenido la sensación que la cantidad de fotografías de famosos es directamente proporcional al encarecimiento de los platos. La idea del viaje, era darnos un homenaje de los que hacen historia. Una comida de las que se tarda en olvidar y que si nos dieran un céntimo por cada vez que lo cantáramos, ganaríamos dinero.Empezamos con unas olivas mientras nos toman las bebidas. Estamos secos y necesitamos unas Estrella de Levante como el llover. Tras mucho insistir, es cierto que el salón está lleno y hay gente esperando, nos traen la rubia bebida y nos toman nota. Hemos venido a comer carne. Así que nos dejamos de ensaladas y demás, un plato de embutido ibérico para engrasar y un par de chuletones, esos de buey que tienen tan majos. Con el plato de embutido, que traía lomo, salchichón, chorizo, cecina y queso, nada de jamón, nos trajeron unos panes redondos, tostados en las brasas, que tomamos con aceite. En un tiempo prudencial, y tras pedir otra cerveza, nos sirvieron la carne. Un par de chuletones de buey sazonados con sal Maldom. Junto a la carne, bastante roja, nos trajeron una fuente de patatas fritas cortadas a lo pobre con unos pimientos y otra fuente caliente que engrasaron, por si alguno queríamos hacer un poco más la carne. Y lo hicimos ya que apenas estaba marcada en las brasas. Los chuletones eran de un buen calibre (1,8 kgr) y tiernos. La calidad del producto es indiscutible. Como no somos expertos en esto de la carne, debo confesar que no nos interesamos por temas tan fundamentales para los carnívoros como el origen de la pieza, edad de sacrificio o tiempo de maduración en las cámaras. Las circunstancias, a pesar que debería ser obligado, desaconsejaban pedir vino.De postre pedimos dos tiramisús y por cortesía de la casa nos sirvieron unas deliciosas fresas con leche condensada y azúcar glass. Finalizamos con unos cafés para que nos acompañaran en el camino de vuelta. También por cortesía del maître, y para los niños dejaron unas chocolatinas. Hasta aquí todo perfecto, la sorpresa vino a la hora de pagar. El precio del chuletón era bastante alto, pero nada sorprendente por su muy buena calidad. Desconocíamos el peso de la carne, pero era más o menos lo esperado. La sensación de engaño vino con el plato de embutido. No recuerdo haber pagado tanto por un plato de chorizo, salchichón y lomo en mi vida. Le hicimos un comentario al encargado, pero él lo justificó por ser ibérico. Si al menos llevara unas lonchillas de jamón que justificaran esos 26 euros por plato. Después de una buena comida, salimos con la sensación de haber sido engañados como a un grupo de turistas japoneses. Y es que era domingo y había nevado. Días como ese hay dos al año y hay que aprovecharlos a costa de los foráneos. Al salir, nos dieron ganas de fundirnos en un abrazo con el camarero, el abrazo de la despedida del amigo al que sabes que nunca más volverás a ver. Y es que, haciendo buena gala de su nombre, nos clavaron. Asador Espadín.C/ Almez, 2. - Vélez Rubio (Almeria).Teléfono 950412534