Ascenso y caída

Por David Porcel

Cuando se habla de los mitos se obvia el aspecto esencial que a todos reúne, y que se relaciona con el hecho de que, por encima de todo, son manifestaciones vitales, expresión de una vitalidad apenas visible en la existencia zombi y automatizada del hombre contemporáneo. Los mitos son relatos explicativos del pasado, sí, pero también, y fundamentalmente, signos de que seguimos vivos, anhelando lo que nuestros padres siendo niños no nos lograron aclarar, buscando respuestas a preguntas cuya formulación es a veces la respuesta, incorporando a nuestras ajetreadas vidas el Gran misterio, aunque sea para decirnos que lo necesitamos contar y escuchar:

“¿Por qué la historia de Adán y Eva, que solo ocupa una página y media más o menos de las 1.078 de la edición moderna de la Biblia del rey Jacobo que tengo encima de mi escritorio, funciona tan estupendamente y con tanta facilidad? La escuchamos por primera vez cuando tenemos unos cinco o seis años y ya no la olvidamos nunca. La viñeta más tosca y esquemática la evoca sin más, quizá no en todos sus detalles, pero sí en sus rasgos esenciales más básicos. Hay algo en la estructura de esta narración que se le queda pegado a uno; literalmente es casi inolvidable”. (Stephen Greenblatt)