Entre los dos sujetos no hay muchas cosas en común. Algo de la quietud de la noche y sus aliados espectros se presentan como escenarios conocidos por ambos, acompañando las fantasías que cada uno de ellos, a su manera insomne, proyecta en su propio reflejo: el portero, a través de su inagotable lengua (convirtiendo esta difusa relación en algo muy cercano a un monólogo cuasi catártico-terapéutico), y "el otro", con un silencio atento y hasta extrañado de sí mismo.
Confesiones y relatos se suceden unos tras otros exponiendo así las miserias personales y las de la interacción con el resto: la falta de comunicación, la violencia cotidiana de la sigilosa lucha de clases y la persecución del deseo oculto que acarrea su consecuente frustración en su imposibilidad.
En un plan netamente minimalista, la obra transcurre en unos pocos metros cuadrados de parquet, descansando casi exclusivamente en la apuesta a la comicidad de los ininterrumpidos relatos del portero.
Debo confesar que no creo haberme reído mucho, o al menos no tanto ni tan fuerte como el resto de los espectadores que me rodeaban, que lo hacían sin pausa ni respiro. Vayan a verla y después me cuentan.
Dramaturgia: Santiago Loza.
Dirección: Lisandro Rodriguez.
Elenco: Tulio Gómez Álzaga, Mucio Manchini.
Teatro: Elefante - Club de Teatro, Soler 3964, reservas: 4821-4425.
Función: Viernes 21hs, domingos 19hs.
Localidades: $30 y $20.-