Asesinato-Capítulo 36

Por Gfg
Los periódicos dijeron que los tiros se oyeron en medio de la ciudad creando mucha alarma. Por su parte, Malpartida no se enteró de nada hasta al día siguiente, cuando hojeó la prensa en su bar preferido, con su camarera preferida. Se había tomado la jornada libre y se había ido a la costa para intentar olvidarse de todo viendo el mar.
Por lo que decía la prensa, parecía que dos rumanos eran los asesinos del científico Mato. Las pruebas apuntaban a que habían atracado al científico en su segunda casa tras haberle seguido durante el trayecto. Varios vídeos de la zona los mostraban tras los talones del difunto. Aparte, según se decía en la crónica de sucesos, se había encontrado alguna de sus huellas en el apartamento.
El resto había sido coser y cantar. Según la prensa, la policía les había seguido durante días. Se dedicaban a robar en polígonos industriales. Tras reconocerlos, fotografiarlos y analizar sus antecedentes habían deducido que podían ser las personas que habían matado a Mato.
Siendo como eran peligrosos, habían organizado un operativo con las fuerzas especiales. Al intentar detenerlos, habían huido, siendo abatidos por los francotiradores. Ninguno había sobrevivido.
Malpartida leyó la noticia con nerviosismo. Le parecía improbable lo que se narraba. Sus pesquisas apuntaban en otra dirección. No era un tema de rateros, seguro. Aún recordaba los comentarios de sus confidentes sobre unos rumanos que habían sido molestados por la policía, y se preguntaba si eran los mismos. Conocía suficientemente los procedimientos que solían utilizar los cuerpos de seguridad como para saber que podían haber preparado la encerrona. Todavía más habiendo tanta gente metida intentando tapar la verdad. La muerte de los dos extranjeros suponía cerrar el caso y borrar todas las huellas habidas y por haber.
A pesar de ello, no quiso parecer amargado. Llamó a Barredo y le felicitó por la caza. Suponía un éxito en su brillante carrera. Ella le contestó de una manera bastante seca. No parecía entusiasmada. Tal vez la forma de poner punto final a la investigación le disgustaba en su fuero interno. Los buenos investigadores buscan poder interrogar a los detenidos y corroborar todas las sospechas. En este caso, eso resultaba imposible.
Más tarde, dejó un mensaje a Trajano para que se acercase al parque de los patos. Cuando estuvieron juntos se miraron a los ojos.
– Es un montaje, ¿verdad? –preguntó Malpartida.
– Tiene pinta –contestó Trajano–. Bastante bien elaborado, pero burdo para cualquiera que estuviera metido dentro. Sospecho que sirve para cerrar el caso y dejar a todos satisfechos. Me refiero a la familia, a los políticos y a la sociedad.
– ¿Y entonces, Barredo?
– Barredo es una incógnita. Habrá querido acabar cuanto antes, como todos. Cuando tienes algo entre manos que se te escapa y que no puedes controlar, es lo mejor. En esta ocasión, hay demasiada gente involucrada y muchos intereses mezclados. Se habrá dejado hacer. Al fin y al cabo, tampoco le va nada en el asunto.
A Malpartida no le convencía esa explicación. Conocía lo suficiente a la inspectora como para saber que no le gustaba empañar su curriculum con chapuzas de ese calibre. Más bien ignoraba el montaje o era una exigencia de sus superiores que deseaban terminar de una vez por todas. O quizá eran los propios servicios de inteligencia que habían preparado una trampa a todos los que estaban investigando, incluida la inspectora y él mismo.