Asesinato en el laberinto
"—Prueba con el laberinto —le aconsejó. [...]
—Ah, ¿te refieres a nuestro laberinto? [...]. No es mala idea. Como bien dices, seguro que nadie me molesta si me instalo en alguno de los dos centros. Además, ahora mismo quiero disfrutar de todo el aire fresco que pueda. Será mejor estar fuera que en ningún sitio de la casa. [...]."
Fragmento de Asesinato en el laberinto de J. J. ConningtonCon cada nueva novela policíaca que sacan, me siento atraída hacia ella como un imán a un trozo de metal. En esta ocasión, me he tenido que internar en un laberinto para destapar al asesino de dos cruentas muertes, aunque ¿qué muerte que no sea natural no lo es?
Clinton Driffield es un hombre muy inteligente, sarcástico y sagaz que aparentará ser un individuo anodino, una argucia que le servirá para que sus sospechosos bajen la guardia y tengan una falsa sensación de seguridad en su presencia. Sin embargo, el buen observador no tardará en descubrir en Driffield a un astuto policía.
Como todo buen detective que se precie, nuestro inspector jefe contará con su propio Watson, uno no solicitado, pero el único en el que podrá confiar durante su investigación: su amigo, y vecino de los Shandon, Wendover. El pobre Wendover, a pesar de lo espeluznante del suceso, deseará ayudar a Driffield con el caso sin mucho éxito, lo que dará pie divertidas conversaciones entre ambos, dado el ingenioso humor de nuestro protagonista.Aunque el número de sospechosos es finito y reducido, a Driffield no le será nada fácil, en un principio, saber de las rencillas, envidias, disputas y demás asuntos familiares que podrían estar detrás de las motivaciones del asesino. Las apariencias engañan y las pistas no serán tantas ni tan esclarecedoras, por lo que Driffield tendrá una ardua tarea por delante. Pero nuestro brillante protagonista sabe que, tarde o temprano, logrará abrirse paso entre el laberinto de mentiras y falsas impresiones hasta alcanzar la ansiada verdad.
Asesinato en el laberinto de J. J. Connington es una maravilla olvidada a la que, con gran acierto, Ediciones Siruela le ha sacudido el polvo y traído, con el mimo habitual que caracteriza a esta editorial, para nosotros los lectores. Se trata de una lectura ágil, inteligente, con un toque de humor en sus diálogos, y muy entretenida, que mantendrá en ascuas hasta a los lectores más avezados en este género. ¡Mil gracias a Ediciones Siruela por el ejemplar!
Como ya viene siendo habitual, os animo a no perderos el resto de títulos de esta magnífica colección:
- Un hombre muerto(reseña) y Un asesino en escena (reseña) de Ngaio Marsh.
- Una dirección equivocada (reseña) de Elizabeth Daly.
- Misterio en blanco (reseña) de J. Jefferson Farjeon.
- La muerte espera en Herons Park (reseña) de Christianna Brand.
- Muerte de un aviador (reseña) de Christopher St. John Sprigg.
- Muerte en la rectoría (reseña) y ¡Paren las máquinas! (reseña) de Michel Innes.
- El último caso de Philip Trent(reseña) y Philip Trent y el caso Trent de E. C. Bentley.
- Detectives victorianas (reseña) de VV.AA.
- Los mejores casos de Max Carrados (reseña) de Ernest Bramah.
Argumento: «Por la construcción de su trama y la vivacidad de su prosa, la considero verdaderamente una obra de máxima categoría, que coloca a J. J. Connington en la primera fila de los escritores de novela detectivesca».
T. S. ELIOT
La finca de Whistlefield es famosa no solo por su belleza, sino también por el laberinto vegetal que diseñaron sus primeros propietarios. El recorrido, delimitado por altos setos que se entrecruzan en caminos sin salida o que regresan al punto de partida, conduce a dos centros distintos en los que un cómodo banco recompensa a quienes logran alcanzar la meta. Y es allí donde, en una calurosa tarde de verano, aparecen los cuerpos sin vida de Roger Shandon —el dueño de la heredad— y de Neville —su hermano gemelo y conocido abogado—, ambos asesinados con la misma arma: un dardo impregnado de curare. Dado que todos los miembros de la familia, los únicos capaces de orientarse en el laberinto, parecen tener una sólida coartada, serán necesarias una mirada aguda y una inquebrantable profesionalidad para averiguar quién ha cometido el extraño doble crimen. Cualidades que, inteligentemente disimuladas bajo una apariencia anodina, el jefe de policía Sir Clinton Driffield posee en extraordinaria medida.
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