"Vamos a ir a Asgaya, que he leido una entrevista a Alfredo DiStefano (¿?) y va mucho a comer ahí"
Lo del restaurante asturiano en Madrid, me había descolocado, pero lo de la entrevista a DiStefano, y que mi madre se la haya leido... eso, ya, no hay por donde pillarlo. Pero oye, que si ella confía en Alfredo, pues ahí que nos vamos los cuatro.
La idea era pedir tres entrantes, compartir, y después elegir un segundo cada uno; lo bueno de ir en familia es que ya nos conocemos, y sabemos que al final todos queremos probar todo. Guiándonos de las sugerencias del señor DiStefano, pedimos sardinas ahumadas y asadas, pulpo a la brasa y milhojas de centolla.
Antes de las sardinas, llegó su olor, que a mi personalmente me recordó a las fiestas de mi pueblo, cuando iba de pequeña, y asábamos sardinas a las doce de la noche. Un olor maravilloso que era la antesala de lo que luego degustamos: una tostada con tomate natural, y dos lomos hermosos de sardina con ese toque ahumado, y después asado. Un sabor único, que no he vuelto a probar, y que se me ha quedado grabado.
Tras las sardinas, el pulpo, somos muy fans, he de reconocerlo, y la ración, nos resultó escasa, pero tiene sentido: estaba tan bueno, que nos hubiéramos comido una ración entera cada uno, de sardinas, y de pulpo. Pero chico, no era plan.
Y para rematar, milhojas de centolla. Los entrantes estaban siendo de grandes sabores, con productos sencillos, pero muy bien elaborados, como el tercer entrante, que la camarera nos presentó en la mesa, para después repartir en los cuadro platos: un bocado maravilloso, cremoso, y con gran sabor potenciado por la centolla. Ese sabor a mar, que sueles echar de menos en Madrid. Curiosa mezcla con las huevas y trozos de piparras, que sorprendió y agradó a toda la familia.
En los segundos platos, los cuatro teníamos claro, que en un restaurante asturiano, la clave era pedir un pescado, nos apetecía seguir con ese sabor a mar, y mi madre y yo, no dudamos en pedir las lascas de bacalao al pil pil con chipirones encebollados. Una maravilla de plato: el pilpil cremoso, en su punto, y sobre todo, caliente, como las láminas de bacalao, gruesas, blancas y de perfecto sabor y salazón. Se me hacia raro el acompañamiento de los chipirones, pero por mí, que lo sigan sirviendo así, no hay nada mejor que tener tus dos platos preferidos en uno. Mi padre pidió la merluza en salsa de sidra y almejas, un lomo perfectamente cocinado, con cuatro almejas que escoltaban al pescado, y que tenían un tamaño considerable. Un sabor suave y agradable, pero que mi padre echó de menos no haber podido pedir a la plancha. El cuarto, mi hermano, no se salió mucho de su guión, con una lubina al horno, con crema de guisantes y puerro. Oye, no os imagináis lo bueno que estaba todo. Sin duda, la materia prima, de diez, y la atención de los camareros, acompañaba esa puntuación.
No podía ir mejor la comida, hasta que llegaron los postres, y ahí, rematamos una perfecta comida asturiana en la comunidad de Madrid: a mi madre se le antojó un postre que exigía un mínimo de 20 minutos, y que debíamos haber pedido antes, con lo que se quedaba con las ganas de probar la tarta de manzana, hasta que el camarero, nos dio una alegría. Se fue a la cocina, volvió, y le dijo a mi querida madre que no se preocupase, que nos servían una ración, pues les daba tiempo a preparar otra para otra mesa que aún estaban comiendo.
Todo un puntazo, un detalle por parte de la casa, que nos permitió disfrutar de un hojaldre caliente con trozos de manzana, delicioso. Sin embargo, mi postre, una torrija de pan, sabrosa, que por desgracia se vio nublada por las natillas de menta, un sabor muy fuerte, que me hizo perderme el resto de sabores de mi postre. Eso sí, me desquité con el milhojas de praliné de mi hermano... ¡buenísimo!
ASGAYAwww.restauranteasgaya.comC/Doctor Fleming, 52. Madrid.
Un salon con unas 15 mesas, amplias, donde ni te rozabas con los comensales vecinos, ni con tu acompañante de mesa. Unos camareros uniformados, que con una sonrisa y profesionalidad, nos iban presentando los platos, para posteriormente repartir los primeros entre los cuatro. Y una comida, deliciosa, carta con los platos justos, elaborados, pero sin perder su esencia ni tapar sabores, unos ingredientes frescos, pescados con un muy buen sabor, y perfectamente cocinados.Al entrar, nos sirvieron un cuenquito con gazpacho, que nos entró la mar de bien, con el calor asfixiante de Madrid. Al terminar, el que suponemos será el gerente, fue preguntando mesa por mesa por nuestra comida, y en la mía, mis padres no dudaron en alabar todos los platos, y en reconocer que estábamos ahí por Alfredo DiStefano. Mi padre se atrevió a poner un "pero" y es que le hubiera gustado tener una oferta más de un pescado a la plancha, algo que podía hacer hecho con la merluza, tal y como nos comentó, pero que desconocíamos. Nos invitaron a un gintonic, y unas pastas con los cafés. Detalles, que hacen que la experiencia con la gastronomía, sea buena, pero que la de la comida en general, supere con creces cualquier plato. No es cuestión sólo de comer, sino de hacerlo en el entorno más ameno y agradable posible, y Asgaya, cumple con todo.