Una melodía seca y contundente acompaña a los miles de paquistaníes que conmemoran los cuarenta días de duelo del martirio del imam Husein, nieto del profeta Mahora, que murió asesinado en la batalla de Kerbala (Irak) en el año 680. El coma espiritual que alumbra a la comunidad chií se entremezcla con un profundo sentimiento de dolor por la pérdida y el temor a los atentados. El año pasado casi un centenar de personas murieron en Karachi y Lahore tras dos atentados perpetrados durante las procesiones.Unas manos iluminadas se pierden entre el enjambre de personas que saturan las arterias de Rawalpindi. El desfile de lanzas y quijotescos estandartes apenas permite caminar entre las abarrotadas calles parapetadas por los intensos cordones policiales. Al grito de “¡ia, Husein!, los fervientes acólitos elevan sus miradas al cielo mientras un desfile de lanzas ensangrentadas recorre punzantemente sus espaldas. Kable Alí tan sólo era un niño de ocho años cuando participó por primera vez en la procesión de la Ashura. De riguroso negro acompaña el luto con un intenso sentimiento de dolor y preocupación. La pesada atmósfera de incertidumbre envuelve a los presentes en un clima de desconfianza. “Para la mayoría sunií somos considerados como una secta. La violencia nos ha golpeado duramente los últimos diez años. No dejo venir a mi hijo a la procesión por miedo” explica Alí mientras se entremezcla entre la inmensa masa de personas que han formado un círculo. Por un instante, el ritmo, casi de saeta, de las palmas de las manos golpeando pechos parece enmudecerse, y deja paso al sonido punzante de las agujas. Los gritos se suceden mientras una minoría atrapada en una catarsis espiritual se flagela la espalda. En grupos de a tres, los organizadores de la procesión evitan que las heridas se hagan dramáticas. Un equipo de médicos y voluntarios esperan la llegada de sus pacientes.Omar lleva 10 años participando en las labores asistencia de los heridos. Pese a la inseguridad no quiere dejar de venir a ayudar. Coordina el equipo de voluntarios de un grupo de boy scouts paquistaníes. Apenas hay tiempo para hablar. El continuo río de heridos colapsa la improvisada sala de emergencia callejera.La comunidad chií paquistaní, relegada a la sombra bajo el dominio de una sociedad suní, continúa fervorosamente la procesión marcado por el recuerdo de los atentados del año pasado en Pakistán. Pero a diferencia del año pasado, la comunidad Chií, cerca del 20 % de la población, ha podido honrar la muerte del imam Husein sin derramar más sangre de la esperada…