Y es que los hechos no importan, importa ese discurso que apela a los sentimientos y hace que se toleren las mentiras aun reconociéndolas públicamente. Esa conexión emocional y de sentimientos explica también que existan partidos cuyo objetivo es proteger la vida animal no en sentido conservacionista o ecologista, sino igualando a todos los seres vivos en dignidad y derechos, ampliando a los animales el respeto debido (y no siempre tenido) a la vida humana.
La información que llega por dichas redes sociales es pasiva, no requiere de búsqueda y contraste por parte del receptor, con lo que es terreno abonado para este estilo de pos-verdad, de pensamiento hueco, de transmisión de eslóganes fáciles de repetir, el razonamiento y la búsqueda activa de la verdad están en retroceso. Y todo esto hemos de tenerlo en cuenta, atrae lo impactante mucho más que lo verdadero. ¿Cómo hablar cabalmente de lo que importa en un contexto así? Es la pregunta previa a cualquier discurso sobre Dios, la Iglesia y el ser humano que queramos hacer. “Es aún peor ser ignorante de la ignorancia de uno” decía S. Jerónimo, pero conservo la esperanza de que es posible la novedad y que la verdad brillará por sí misma.