En abril de 1808 Carlos IV (había abdicado anteriormente en su hijo Fernando VII) negoció con Napoleón la entrega de los derechos de la Corona de España a cambio de una sustanciosa pensión de 30 millones de reales anuales y el asilo político para él, su mujer y su protegido Godoy. Napoleón convocó a Fernando VII para intentar arreglar los desacuerdos con su padre, pero una vez reunidos, obligó a Fernando VII a renunciar en favor de su padre (a cambio de una pensión de 4 millones de reales y un castillo). Tras esta abdicación se produjo la del propio Carlos IV en Napoleón, quién a su vez se la cedió a su hermano José Bonaparte, futuro José I de España.
Grabado de las Abdicaciones de Bayona
Quedaba, por tanto, comunicar a los españoles los cambios, lo cuál se hizo con esta carta de Carlos IV de imprescindible lectura:
“He tenido a bien dar a mis amados vasallos la última prueba de mi paternal amor. Su felicidad, la tranquilidad, e integridad de los dominios que la divina providencia tenía puestos bajo mi gobierno han sido durante mi reinado los únicos objetos de mis constantes desvelos. Cuantas providencias y medidas se han tomado desde mi exaltación al trono de mis augustos mayores, todas se han dirigido a tan justo fin, y no han podido dirigirse a otro. Hoy, en las extraordinarias circunstancias en que se me ha puesto y me veo, mi conciencia, mi honor y el buen nombre que debo dejar a la Posteridad, exigen imperiosamente de mí que el último acto de mi Soberanía únicamente se encamine al expresado fin, a saber, a la tranquilidad, prosperidad, seguridad e integridad de la monarquía de cuyo trono me separo, a la mayor felicidad de mis vasallos de ambos hemisferios
Así pues, por un tratado firmado y ratificado he cedido a mi aliado y caro amigo el Emperador de los franceses todos mis derechos sobre España e Indias; habiendo pactado que la corona de las Españas e Indias ha de ser siempre independiente e íntegra cual ha sido y estado bajo mi soberanía, y también que nuestra sagrada religión ha de ser no solamente la dominante en España, sino también la única que ha de observarse en todos los dominios de esta monarquía. Tendréislo entendido y así lo comunicareis a los demás consejos, a los tribunales del reino, jefes de las provincias tanto militares como civiles y eclesiásticas, y a todas las justicias de mis pueblos, a fin de que éste último acto de mi soberanía sea notorio a todos en mis dominios de España e Indias, y de que conmováis y concurran a que se lleven a debido efecto las disposiciones de mi caro amigo el Emperador Napoleón, dirigidas a conservar la paz, amistad y unión entre Francia y España, evitando desordenes y movimientos populares, cuyos efectos son siempre el estrago, la desolación de las familias, y la ruina de todos.
Dado en Bayona en el palacio imperial llamado del Gobierno a 8 de mayo de 1808. Yo el Rey = Al Gobernador interino de mi consejo de Castilla.
Gaceta de Madrid, viemes 20 de mayo de 1808
Carlos IV, Fernando VII, Napoleón Bonaparte José Bonaparte
Una vez Napoleón y su hermano José tenían los derechos sobre España, esta fue la carta con la que se pusieron por primera vez en contacto con todos los ciudadanos españoles:
Napoleón, Emperador de los franceses, rey de Italia, etc., etc., a todos los que las presentes vieren, salud.
Españoles: después de una larga agonía, vuestra nación iba a perecer. He visto vuestros males y voy a remediarlos. Vuestra grandeza y vuestro poder hacen parte del mío.
Vuestros príncipes me han cedido todos sus derechos a la corona de las Españas; yo no quiero reinar en vuestras provincias; pero quiero adquirir derechos eternos al amor y al reconocimiento de vuestra posteridad.
Vuestra monarquía es vieja: mi misión se dirige a renovarla; mejoraré vuestras instituciones, y os haré gozar de los beneficios de una reforma sin que experimentéis quebrantos, desórdenes y convulsiones.
Españoles: he hecho convocar una asamblea general de las diputaciones de las provincias y de las ciudades. Yo mismo quiero saber vuestros deseos y vuestras necesidades.
Entonces depondré todos mis derechos, y colocaré vuestra gloriosa corona en las sienes de otro. Yo mismo, asegurándoos al mismo tiempo una Constitución que concilie la santa y saludable autoridad del Soberano con las libertades y privilegios del pueblo.
Españoles: acordaos de lo que han sido vuestros padres, y mirad a lo que habéis llegado. No es vuestra la culpa, sino del mal gobierno que os regía. Tened suma esperanza y confianza en las circunstancias actuales; pues yo quiero que mi memoria llegue hasta vuestros últimos nietos y que exclamen: Es el regenerador de nuestra patria.
Dado en nuestro palacio imperial y real de Bayona a 25 de mayo de 1808.
- Firmado: Napoleón.
Por el Emperador el ministro secretario de Estado Hugo B. Maret.
Gaceta de Madrid, 3 de junio de 1808