Así impactan los ‘quejosos’ en el cerebro de las empresas

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Por Daniel Colombo

Según la neurociencia y la psicología, las personas se quejan entre 15 y 20 veces por día en promedio. En teoría, quizás no parece tanto. Pero si trabajás con un quejoso crónico, sabés que esas 'pocas' veces tienen un efecto multiplicador que no conduce a ninguna parte. Porque la queja es como una mecedora: no te lleva a ninguna parte.

En su libro '¡Dejá de refunfuñar!', la coach y speaker Christine Lewicki afirma que si bien se presentan situaciones que dan buenas razones para quejarse, hay otras estrategias para expresar lo que uno considera que no está bien - o que puede estar mejor - desde una perspectiva constructiva.

LAS CONSECUENCIAS DE QUEJARSE POR TODO
  1. Se deterioran los vínculos. Ante cada queja 'compartida' con otros, se ven involucradas las neuronas-espejo, por lo que la influencia negativa se contagia a los demás aunque no quieran. Estas conexiones neuronales, empáticas por naturaleza, son particularmente sensibles a la onda expansiva del fastidio rumiante.
  2. Se genera una adicción. Muchos dicen que la queja es una simple descarga de frustraciones, pero cada comentario con ese tono y contenido de desánimo genera un patrón de desgaste y desazón. Como se sabe, los comportamientos se refuerzan con la práctica. Entonces, hay que vencer la tentación de quejarse, sea por iniciativa propia o ajena, para evitar caer en ese círculo vicioso. Buscá soluciones o, simplemente, mantenete en silencio.
  3. Se perjudica el 'cableado' cerebral. Una investigación de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) concluyó que quejarse de manera constante va atrofiando el tamaño del hipocampo cerebral, área que se encarga de la habilidad del razonamiento que ayuda a resolver de manera práctica los desafíos.

Si el cerebro -de una persona o de una organización- cede siempre al impulso de la queja automática, en el corto plazo deja de producir resultados positivos, buscar alternativas y crear soluciones

CÓMO DEJAR DE SER UN QUEJOSO CRÓNICO

Así como acostumbraste tu mente para que funcione con un patrón de queja en modo automático, podés reprogramarla. Generalmente, si sos quejoso durante mucho tiempo, te terminás convirtiendo en alguien con pensamientos catastróficos o tremendistas, ya que tu dinámica de pensamiento se basa en prejuicios y suposiciones, que se traducen en un tono de expresión que deja ver tu emocionalidad alterada en estado puro. Para revertirlo, tenés que enfocarte en buscar la solución a aquello que te aqueja. Una vez que adquieras el hábito encarar así los problemas y desafíos, el margen de queja irá disminuyendo en manera proporcional.

    Planteate escenarios alternativos

Si al principio te cuesta enfocarte inmediatamente en buscar una solución a lo que te contraría, podés probar una dinámica gradual que te permita visualizar alternativas

Hacerte preguntas puede ser de gran ayuda: '¿De qué me estoy quejando?, ¿cuál es el motivo de fondo de mi queja?, ¿para qué me sirve quejarme?, ¿qué alternativas tengo?'. Eso te va a ayudar a encauzar una nueva forma de comportamiento menos nociva para vos y tu entorno.

Cuando veas asomar la queja en tu mente o en la punta de tu lengua, aplicá la técnica del entrenador en mindfulness Tim Gallwey, muy efectiva también para gestionar la ansiedad, el estrés y el enojo. Stop se traduce como: pará, pensá, observá y actuá. Esto te permite ganar tiempo para considerar la posibilidad -seguramente cierta- de que las cosas no son como creés y así dejes de actuar de manera reactiva

. Es una herramienta para contraargumentar tu propio modelo mental. Al llevarte a vos mismo a una instancia de análisis más serena y profunda, el impulso quejoso queda en un segundo plano. Si lo practicás de manera constante, te aseguro que es posible no sólo reducir sino directamente eliminar la queja crónica.

    Hacé las paces con lo que no podés cambiar
"Todo lo que no aceptamos es la base de nuestro sufrimiento",

es una de las máximas del filósofo colombiano Gerardo Schmedling. Significa que practiques la aceptación incondicional ante cada situación que no está a tu alcance modificar. Aceptar no significa estar de acuerdo ni justificar, anulando la tan necesaria visión crítica sino mantenerte dentro de los parámetros de lo razonable. Recordá que la queja permanente es como una brasa encendida que arrojás a los demás: primero va a quemar tu mano.

Fuente: https://www.america-retail.com/marketing/neuromarketing-asi-impactan-los-quejosos-en-el-cerebro-de-las-empresas/

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