Así no me gusta trabajar en urgencias

Por Jmsalas @drjmsalas

La mayoría de los que trabajamos en urgencias nos apasiona nuestro trabajo. Nos hacemos adicto a esa pizca de adrenalina.

Pero, si ya como médico de familia nos toca bailar sobre la delgada línea de la incertidumbre, imaginaos como médico de familia en un servicio de urgencias extrahospitalarias, el baile sube de nivel y exige una mayor concentración.

No tuvimos un camino fácil, la carrera de medicina nos robó parte de nuestra juventud, el examen MIR nos ancló a una silla durante meses o algunos por años en búsqueda de la especialización deseada (o la mejor pagada); luego cuando ya parece que todo ha terminado a dar vueltas para buscar un puesto de trabajo estable, y siempre formándote, formándote y formándote.

Pues bien, en mi puesto de trabajo actual, el SUE Archena somos formadores por excelencia, en casi todas las guardias,, repasamos conceptos, técnicas y protocolos en urgencias, suplimos con nuestra inquietud algunas institucionalizadas carencias.

Hace unas semanas tuvimos uno de esos días en urgencias donde pacientes, virus y burocracia se pusieron de acuerdo para no darnos un minuto de tregua. En plena madrugada, cuando mi cuerpo por fin se desplomó sobre aquel destartalado sofá, y mis ojos cerraron las persianas, un telefonazo me puso de nuevo en alerta, el 112 nos activaba.

El particular sonido del móvil de urgencias, es una de esas cosas que no se te olvida fácilmente, somos como el perro de Pavlov respondemos a ese estímulo.

Pues bien, una noche fría y un equipo de soporte vital avanzado al completo, formado por un técnico en emergencias sanitarias, una habilidosa enfermera en urgencias y yo, rumbo a un aviso, motivo: probable muguet en la lengua. (“le molesta la punta de la lengua”). [trágame tierra]

Este tipo de avisos, son esos que dinamitan cualquiera de tus pilares, son esos que te hacen cuestionar para que tantas horas de formación, actualizaciones y cursos, y si realmente merece la pena seguir subido a una ambulancia dando tumbos a estas horas de la madrugada.

Cuando llegamos, el paciente era un conocido por el servicio (no por el 112 que aparentemente no queda registro). Desde el interior de su cama, sin perder su calor intrínseco, nos relata que desde hace semanas tiene un zona más rugosa en la punta de la lengua y que aunque no le duele ni le impide la alimentación, le gustaría saber (a estas horas de la madrugada) que es, y por este motivo llamó al 112.

El aviso duró muy poco, lo solucioné rápido. No merecía la pena perder más tiempo del necesario, debemos estar libres por si surge cualquier emergencia. La llamada posterior a mis compañeros del 112 me la reservo, tampoco es el motivo de este post, reconozco sus limitaciones aunque hay salidas que nunca deberían producirse.

De regreso a la base, me queda temporalmente un sabor agridulce en la boca, son esos momentos que piensas “así no me gusta trabajar en urgencias”, necesito un cambio. Por suerte algún compañero me saca una sonrisa y se me olvida rápidamente este tipo de avisos.

Todavía no llegó mi hora de abandonar la ambulancia, aunque parece que los años me pesan y algunas guardias también.

Otra guardia en urgencias, otra noche de insomnio Con Tinta de Médico.

J.M. Salas – Con Tinta de Médico