Las ollas exprés, como elementos para ser convertidos en artefactos cargados de metralla con la intención de causar el mayor número de víctimas, figuran en el manual que Al Qaeda Central (AQC) difunde a través de la revista «Inspire» bajo el titulo «Haced bombas en la cocina de mamá». Se trata de instruir a los terroristas para que utilicen una serie de elementos, como las ollas que se pueden comprar sin levantar sospechas.
El manual, que no se reproduce por lógicas razones de seguridad, explica paso a paso cómo fabricar una olla bomba o, lo que llama más la atención, un recodo bomba sobre la base de uno de estos utensilios utilizados en fontanería. Los instructores explican a modo de consejo que, si se carece de explosivos militares (como el sentex o la dinamita), se pueden utilizar una serie de productos para realizar una mezcla que, al estar comprimida dentro de la olla, el recodo o una tubería, producen una deflagración que puede matar a un gran número de personas, así como causar heridos.
«Hay algunos pasos importantes a seguir con un artefacto de este tipo: coloque el dispositivo en una zona muy concurrida; camúflelo con algo que no obstaculice la expansión de la metralla, como trozos de cartón», apunta el manual yihadsita.
Los «instructores» no se olvidan de hacer una serie de recomendaciones para que los terroristas mantengan las medidas de seguridad. La primera, dirigida a una persona que se propone matar a otros seres humanos, es que «ponga su confianza en Dios y rece por el éxito de su operación. Ésta es la regla más importante». Después, vienen algunas más mundanas, como ponerse guantes mientras se prepara la bomba, con el fin de no dejar huellas ni rastros de ADN; y, en general, «tener mucho cuidado durante la preparación y manipulación».
La maldad de los terroristas se pone de manifiesto cuando recomiendan que se utilicen bolas de metal esféricas como metralla, pero que, si no disponen de ellas, usen clavos. «La mejor metralla es la de forma esférica. Si no dispone de perdigones de acero, puede usar clavos».
La Razón
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