El tribunal supremo de Canadá sentenció
recientemente que los pacientes tienen derecho a la ayuda al suicidio, con lo
que la han legalizado de facto en ese país. El comentario del New England Journal of Medicine
aclara muy bien las ideas subyacentes
a esta aprobación: las distinciones entre acción y omisión
fueron calificadas por el tribunal de "intolerablemente finas" y el argumento fue puramente utilitarista:
importa el resultado. De esta argumentación ha desaparecido la ética, es decir, no
se habla de las intenciones y decisiones del médico (que están en la raíz de
las distinciones -quizá no muy adecuadas- entre acción y omisión), y se valora ante todo
la libertad del paciente, pero no el contenido de lo que se elige.