Pero, ¿cómo comenzó esta euforia colectiva que ha hecho de la astrología un gran negocio en la actualidad? Todo se remonta a Babilonia, hace unos 4000 años, cuando el hombre estudiaba a través de la observación la evolución de los astros en el tiempo, a la vez que identificaba la concurrencia de ciertos eventos en la tierra. Así fue como nació la astrología que se define como: “Estudio de la posición y del movimiento de los astros, a través de cuya interpretación y observación se pretende conocer y predecir el destino de los hombres y pronosticar los sucesos terrestres”, según la RAE. Estosantiguos observadores del universo dividieron en doce partes iguales la banda celeste formada por las trayectorias del Sol, la Luna, y los planetas; y que avanza un sector por cada mes del año. A cada una de estas divisiones, mejor conocidas como constelaciones, le dieron un nombre formando así el zodíaco con los signos que conocemos hoy en día. Por cierto que los nombres que le dieron a esos signos, en su mayoría de animales, tenían relación con la forma que resultaba de la trayectoria de esos astros vistos desde la tierra. Me pregunto si hoy en día, sabiendo que no sólo existen doce constelaciones y que las posiciones que adoptaron esos astros hace miles de años son diferentes, aunado a que se han descubierto nuevos planetas; podríamos entonces ver formas más actuales en la trayectoria planetaria y modernizar los signos para que tengan símbolos más interesantes como de: Pokemon, Fuwa (mascota de los Juegos Olímpicos 2008), oveja Dolly, Nemo, tortuga ninja o inclusive de perro salchicha. En fin, hasta ese momento no pasaba de ser un hecho interesante las formaciones que se producían, lo cual dio pie a que avanzara la astronomía como la ciencia que es hoy en día. La problemática surgió cuando el hombre encontró supuestas relaciones entre esas posiciones astrales, el momento del nacimiento de las personas, y su personalidad; dando origen al bien conocido horóscopo, ya sea el chino, occidental o cualquier otro. Éste pretende predecir el futuro basándose en la posición relativa de los astros y de los signos del zodiaco en un momento dado. Este giro especulativo hizo que la astronomía se desligara de la astrología considerando a la segunda una pseudociencia por no cumplir con los pasos del método científico.
Ahora bien, ¿Cómo puede uno o varios astros situados a miles de años luz afectar o influenciar en la personalidad o carácter de una persona al momento de su nacimiento? Más allá de las mareas y los cambios climáticos a consecuencia del sol y la luna en el planeta tierra, ¿qué tiene ello que ver con el momento del parto y el futuro del bebé? En todo caso, la energía en forma de ondas que ejercen los planetas como Urano o Júpiter son despreciables comparados con las ondas electromagnéticas producidas por los equipos celulares en una sala de parto. Más ilógico aún es pretender que de esa alineación de los planetas al momento del alumbramiento se tiene ya un destino trazado en este plano terrenal, es decir, los astros indican como será el futuro de cualquier persona. En mi horóscopo moderno, ¿cómo sería mi personalidad, y que me depararía el futuro si mi signo fuera ‘perro salchicha’ con ascendente ‘oveja Dolly’? Quizá esa carta astral mostraría que mi vida será larga (como el perro) y que seré famoso (así como Dolly). Este tipo de asociaciones son iguales en el horóscopo actual: “Si eres Leo seguro serás un gran líder”.
Obviamente no podía faltar la posición condenatoria de la iglesia católica ante la astrología y sus derivados. De hecho, el Vaticano se pronunció a través de su magisterio indicando: “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: (…) la consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios (…), están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”. Dicho en otras palabras, si eres católico y practicas la astrología, es decir, actúas según los designios del horóscopo de acuerdo a tu signo o carta astral estarías cometiendo un grave “pecado”, el peor de todos, que es la traición a dios (nada más y nada menos). Quisiera saber cuantos católicos saben esto y se jactan de decir: “soy católico, apostólico y romano” y además “soy signo Géminis”. He aquí otra demostración de la hipocresía de algunos creyentes, quienes creen escudarse con aquello de que “soy católico no practicante”. Por favor, o son católicos con todos sus preceptos dogmáticos incluidos o no lo son, les guste o no. Aquí es blanco o negro, aunque recurran a los grises para defenderse.
Desde tiempos inmemoriales el hombre ha sido supersticioso, y junto a su deseo de conocer su destino y porvenir (supuestamente fijado por los astros al nacer) se ha creado una fórmula infalible para que la mayoría de los astrólogos, horoscoperos y hasta licenciados en ciencias ocultas hagan el negocio del siglo. Hay que reconocer que estos individuos han logrado calar muy hábilmente en una población ávida de oír que recibirá un premio, que conocerá al amor de su vida o que su fortuna está por llegar. Hoy en día se les ve por televisión, tienen programas de radio o escriben en revistas y diarios. Pero si la consulta es personalizada pueden llegar a cobrar altas sumas de dinero para emitir una carta astral (hecha por una computadora) donde se muestra el futuro “con pelos y señales”. Pero lo más absurdo de toda esta situación es que, aunque existen infinidad de pruebas que dejan a estos adivinadores muy mal parados (por cierto, ¿que será de la vida del famoso astrólogo que vaticinó la muerte de Hugo Chávez en el 2011?), aún son miles los seguidores del horóscopo. La estupidez humana puede llegar a extremos de dejar de tratar a otras personas o escoger pareja según su signo, que si no son compatibles, o que si los astros no estaban bien aspectados al momento de conocer a alguien. Quien sabe cuantas buenas relaciones humanas no se habrán concretado, y cuantos amores se habrán visto interrumpidos o frustrados por semejante ridiculez.
Escrito por: Rafael Baralt