ASTURIANOS (Madrid)

Por Jechevar

Asturianos es uno de esos sitios del que me habían hablado una y otra vez, pero que por unas razones o por otras, nunca había acabado de visitar. Ahora que ya he ido, si os soy sincero, me arrepiento del tiempo perdido. El negocio lo ponen en marcha dos hermanos, Alberto y Belarmino Fernández Bombín, que tras iniciarse en el mundo de la odontología, decidieron que eso no era lo suyo. Su madre, en los fogones, domina como pocos los platos de cuchara tradicionales asturianos. El local no invita mucho a la visita: se trata de un bar oscuro, con un estrecho pasillo al fondo por el que se accede al diminuto comedor. No apto para claustrofóbicos, no quiero ni imaginarme cómo debía ser aquello antes de la prohibición de fumar. Impulsados por la visita de unos grandes amigos, ella granadina, él suizo-mexicano, y actualmente residentes en Qatar (lo siento por la RAE, pero me niego a escribirlo con “C”), y ante el reto de sorprender un domingo 2 de enero, con todo Madrid cerrado, a dos gourmets de semejante nivel, me aventuré a organizar una cena en esta casa.

La carta es larga y apetecible, y la de vinos inexpugnable. Tienen de todo, y a buenos precios, demostrando su pasión por el vino. Mientras nos decidíamos nos trajeron un poquito de embutido, pero veníamos con ganas y hambre, así que la espera fue corta y enseguida empezaron a desfilar manjares a cada cual mejor que el anterior. Empezamos con un chorizo a la sidra, probablemente el único plato “prescindible” de cuantos probamos. Nos atendieron de maravilla, y “jugaron” un poco con nosotros en el apartado de vinos. Se trataba de hacer catas ciegas, e intentar adivinar los vinos. Desgraciadamente ni nos acercamos. El primero era un Esporao Reserva 2007 D.O.C. de Alentejo que estaba extraordinario. Tras el chorizo llegaron unas sorprendentes croquetas de cabrales, plátano y ciruelas, que hicieron las delicias de todos, hasta el punto de eclipsar unas albóndigas perfectas de boletus. Eso sí, no puedo dejar de mencionar que sólo unos días después, a unos familiares estas mismas croquetas se las sirvieron duras como piedras, insulsas, incomibles.

Como buena casa asturiana, los platos de cuchara son los protagonistas, y no pudimos resistirnos a la tentación de probar verdinas y fabes. Las verdinas, las mejores que hemos probado nunca. Preparadas con marisco -gran abundancia de almejas- se deshacían en la boca. Suaves, delicadas, con todo el sabor a legumbre fresca, en un guiso difícilmente mejorable. A partir de ahí el grado de éxtasis de todos los que estábamos en la mesa era total. Pasara lo que pasara de ahí en adelante, nos habían conquistado. Todos de muy buen humor, y con el local ya tranquilo por ser muy tarde (casi las doce de la noche), seguimos jugando con los vinos. El turno ahora era para un Tres Patas, de Mentrida, Toledo. 80% garnacha, acompañada de Syrah, es un vino joven que acompaña bien chacinas y embutidos, incluso platos de caza, pero que se nos quedó un poco corto tras la opulencia del Esporao que nos habíamos bebido antes. Con el vino toledano llegaron las fabes, con boletus. Misma historia que las verdinas: sólo se pueden definir como inmejorables. Ración generosa, en gran fuente de barro, que nos dio para probarlas 6, e incluso para repetir.

Pese a que empezábamos a estar llenos, no queríamos irnos sin probar las carnes (los pescados los dejamos para la próxima visita). Chuletitas y entrecôte al cabrales fueron los elegidos. Las chuletitas sabrosas y bien fritas, con unas patatitas fritas hechas en casa, algo toscas. El entrecôte fileteado de primera, pero sobre todo hay que destacar la cremosa salsa al cabrales que acompañaba. Tan rica estaba que nos vimos obligados a acabarla con pan. No podíamos irnos sin probar la afamada carrillera de Asturianos, así que abrimos una tercera botella de vino. En este caso un Avan, de Ribera del Duero (Bodegas Juan Manuel Burgos), un vino de uva tempranillo que acompañaba bien la fuerza de la carrillera. De ésta sólo puedo decir que mereció la pena “hacerle un hueco” en nuestros ya atiborrados estómagos. Tanto es así, que al final nos quedamos con ganas de probar más cosas, pero ya no éramos capaces.

Un par de postres como remate final, con una botella de Moscato d’Asti (vino dulce italiano) para suavizar. Extraordinario el flan de queso, elaborado a partir de 5 quesos frescos asturianos. Más normal era la mousse de chocolate, que pese a su extravagante nombre (mousse de chocolate con aceite de oliva, pimienta y sal maldón) no tenía nada realmente distinto de una mousse de chocolate tradicional.

Una cena memorable e inolvidable, y no sólo por la compañía, inmejorable en este caso, sino también por el gran descubrimiento de esta “casa de comidas” de la que sin duda nos haremos asiduos. No pararé hasta probar todos los platos de la larga carta. Además, ¿sabéis lo mejor? De precio es más que correcto, barato incluso para lo que comimos… Os animo a visitarla. En mi caso, entra directamente en “mis favoritos”… Aunque espero que cierta irregularidad que me comentan recientemente se deje aparcada.

Datos prácticos:
Asturianos
Calle de Vallehermoso 94
Tel.: 915.335.947
Precio medio: € 35
Cierra sábados todo el día
Accesible silla de ruedas