Asturias : retornos

Publicado el 05 junio 2010 por Anarod
Nunca sabré (porque no me preocupa) si me gustan o irritan los títulos tipo "Olvidos de ...", "Retorno a ....", o "Memorias de...", para entendernos. Lo cierto es que a menudo logran detenerme, tal vez porque sugieren la eterna disputa entre lo necesario y/o lo contingente.
Ya de vuelta en Barcelona (¿devuelta a?), y con mi hijo Adrián deshaciendo su equipaje de reciénllegado de Asturias, no sé si recuerdo, olvido o retornan...
- la imborrable sensación de serenidad que sentía tumbada en la arena bajo un tupido artesonado de nubes blancas que ya están dejando de ser porque ahora en la piscina subterránea del Ensanche desde donde las evoco...
- las tormentas de invierno, que alteran drástica y aleatoriamente la fisonomía de las playas; que el mar, en sus envites, arrastra o acarrea arena y entonces la sorpresa y la memoria de la expectación gozosa (o el gozo expectante, no sé) de la infancia, cuando volvíamos a Arnao o Penarronda el primer día de verano...
-el ciruelo japonés que durante tres años hizo caso omiso a su nombre (o a su adjetivo), mostrándose indolente y remiso a... Pero que este año nos recibió cuajado de frutos: diminutos farolillos amarillos que fuimos arrancando con gesto edénico (incapaces de proceder según nos recomendaban los paisanos, que nos ofrecían sus varas y bastones para "sacudir" las ramas y precipitar...).
-el olor de la lluvia tupida y menuda susurrando en las ramas o la repentina violencia de un chaparrón airado y frío
-que el mar puede volverse plata para después ennegrecer y aullar, maldiciendo;
-las hortensias... algo abandonadas últimamente, más pálidas que nunca ahora que ya no está Miguel, quien cada año me guardaba las limaduras de hierro que, esparcidas sobre la tierra, mantenían su envidiable color azul-violeta
-el escalofrío del primer chapuzón
-la dulce aspereza del yodo y el salitre resecándose en la piel tras el baño y la tentación de lamer y saborear
-el placer del cigarrillo a continuación: lento el placer y persistente, el cigarrrillo
-el sadismo de algunos padres que mantienen a los hijos fuertemente abrazados hasta que estallan en llanto cuando las olas van creciendo
-la alegría de los críos que capturan quisquillas en las pozas o simplemente se meten en sus aguas y descubren que sí, que allí se está tan calentito y...
-la anegada paciencia del más pequeñín rellenando su cubo de arena y haciendo castillos liliputienses porque no le dejan alejarse con los grandes que construyen diques allí donde rompen las olas pero aun así la satisfacción de comprobar que... no se le derrumban y permanecen, las torres de los castillos
-el soniquete de las pelotas rebotando en las palas
-la inevitable carcajada al leer en los periódicos los anuncios sobre Spas y Resorts teniendo delante estas olas: su fuerza, su altura, su insobornabilidad
-los tomates, sin una gota de agua, sin una sola semilla: pura pulpa prieta y carnosa que conserva el aroma de la mata y que las paisanas me cvenden a dos euros (y no a ocho, que me piden en la Boquería)
-el perejil y el romero y el laurel a un paso, sin necesidad de maldecir por haberme olvidado de comprarlos o pedírselo a la pescadera de la Boquería
-las hebillas herrumbrosas de las cangrejeras, que este año debo calzar no tanto por los lariegos cuanto por las piedras, dado que las tormentas del invierno vaciaron la arena de las playas y ¡ay!...
-la paciencia que exigen los percebes y que mi buena amiga Choni anula, siempre predispuesta a aliviarme la vida
-los mejillones restallantes, que sólo aquí pruebo y saboreo (como los tomates)
-el requesón, que me sale de rechúpate, y que mezclado a mis compotas o al paté de cabracho para rellenar los crèpes (frixuelos o cereixolos, como les decimos allí) hacen las delicias de algunos amigos....
-mis manos arañadas cuando voy a por moras para las mermeladas (de las que se benefician algunos mendas de BCN)
-el MUSTAFÁ, que ahora ya solo alguna señora como mi madre se atreve a airear y usar y, más importante, nombrar
-los claros ojos grises de Pancho, antiguos como el mar, ya sólo sombra
-las cenizas de mi padre flotando (quizás) en un recodo impreciso de la ría (o no: las esparcimos frente a su casa, pero pasa el tiempo y ya no hay barcas suficientes que nos lleven hasta allí)
-el recodo de la ría donde se fotografió Luis Cernuda en el 34 (hoy parte de una senda descuidada, y que lo ignora: ¡Ay, si fuéramos franceses, qué cartelón pintaríamos)
-los chigres de toda la vida, casi desaparecidos ya... y entonces el jardín y el sencillo rito: el aroma de la manzana al esparcirse en ráfagas ácidas
-los tamarindos del parque de mi infancia... cada vez menos míticos porque, esquifidos, ya no se puede decir de ellos nada que los relacione con la elegancia o la opulencia (que no es lo mismo, ya lo sé, Mariano)
-las calas (cuernos, les llamábamos), invasoras pero admitidas porque en invierno, si vengo, son como una luz
-la camelia roja
-el limonero que da frutos todo el año, aunque al principio también tardó el condenado
-la leche de vaca que ordeñaba Elvira y amamantó (literalmente) los veranos de mis hijos: sus desayunos y meriendas más los flanes, las croquetas (que no son las mismas pese al resto de los ingredienetes), los crepes, el arroz con leche y... el requesón (para mí)
-una playa paradisíaca, Arnao (está al principio de la ría, por eso es mansa, aunque gélida en el fondo, por las corrientes. La descubrió la consorte Sonsoles hace un par de años, cuando la prensa se montó el paripé de que Zapatero veraneaba en una aldeíta de Los Oscos... ¡Qué va! Al tercer día se bajaron al mar y allí que los tuvimos A TODOS: a la consorte haciendo pesca submarina y a las niñas y a los seguratas. Por fortuna, como los políticos mienten, pues que pese a las promesas de que "un día volveré", pues que rien de rien...
-Arnao... una playa paradisíaca que fue Campo de Concentración (uno de los más oscuros y crueles: tengo las historias)
-otra aún más recoleta y desconocida, que sólo a vosotros os revelaré: Santa Gadea (hoy de difícil acceso por las restricciones practicadas recientemente, ¡menos mal!, y un remanso inmaculado y tranquilo que conserva en sus aristas un increíble fondo de mar....
-la montaña cercana adonde vuelve el gran Antonio Gamoneda, por lo que en verano suelo pasar un día con Amelia y Folo y... disfrutar de naturaleza y poesía
-en fin, los retornos nostálgicos o el recuerdo de la luz en el otoño sombrío.