2 sep
“(…)Nace entonces Creepy (pocos meses después lo hará su primo Eerie), una revista en blanco y negro compuesta de historias cortas de entre seis y ocho páginas y presidida tanto por el recurso al clasicismo gótico y a la memorabilia más familiar del género como al suspense/terror psicológico con irónico twist final que había sido también sello distintivo de la EC todo lo cual se sumaba, por que no, la ciencia ficción, el romanticismo mórbido o la simple humorada negra. Así se enarbolaba una filiación simultáneamente literaria ( y comiquera, por supuesto, no solo en el referente directo EC al cual se homenajea/continua, sino incluso en una incursión metatextual curiosísima en el relato Una historia de éxito, sobre un autor sin talento que abusa de una serie de negros y al cual, con sano gusto autoparódico el propio Al Williamson, a la sazón dibujante, presta su físico), ya en este primer tomo se adapta a Poe, Ambrose Bierce y Stoker, y cinéfila (la veneración por el clasicismo Universal y las atmosféricas producciones de Val Lewton, aquí revisitados ambos en muchos sentidos, se da la mano con la pregnancia a los fenómenos contemporáneos de Roger Corman/Poe y de laHammer en su nuevas versiones erotizadas y maliciosas) desde la cual emerge la irrefrenable simpatía por el monster, a veces figura trágica, a veces irónica, por lo común triunfante de un modo u otro, por encima de un ser humano retratado en sus bajezas morales (ambición, traición, ignorancia,…) y por ello castigado. A su manera los cómics Creepy, como los EC antes eran moralizantes, o más bien ejemplarizantes.
En palabras de Manuel Barrero (Los cómics de Warren el marco del cómic de horror moderno en EEUU. Del terror elegante a la trivialización del miedo. Parte 4, Tebeosfera, Ensayos, 2005) las historias de Creepy se regían por “el modelo ordenado siguiente: orientación, complicación, evaluación, resolución y moraleja. Es decir, los actantes de los relatos orientan sus pasos hacia un deseo o un fin, ven complicadas sus intenciones a continuación, evalúan el modo de sortear los obstáculos, intentan resolver la situación límite (generalmente desesperada) y concluyen su andadura de manera(generalmente)desdichada. Los personajes de estas historietas se guían por el: no saber, deber actuar, saber, poder, no poder. O sea, parten de un desconocimiento hacia lo que se enfrentan, consideran que deben proceder de determinado modo, actúan en consecuencia, traban conocimiento con el foco de sus problemas o temores, creen poder superar las dificultades y sucumben a ellas. Este, como el anterior, es un esquema fatalista de aplicación general, que puede no ajustarse a algunas historietas de las publicadas en las revistas de Warren. El modelo, de igual modo, no es inamovible, pues observa modificaciones con el paso del tiempo.” (…) continuar
(…)Buscando el contraste la segunda historia, curiosamente ecologista pero muy floja en cuanto a guión (de Larry Ivie) presenta una resolución plástica opuesta: estilización y gracia física cortesía de un inspiradísimo Al Williamson (asistido por Roy Krenkel), sin duda uno de los formalista más arriesgados y modernos de la revista. Frente a la rigidez de la paginación y disposición de las viñetas de la mayoría e sus colegas, algunos incluso cercanos al relato ilustrado, Williamson rompe con cualquier estructura clásica. Las viñetas se superponen, los tamaños varían, las formas se vuelven progresivamente caprichosas, los bordes se violentan, las figuras invaden la sangría o colonizan las cuadrículas vecinas…un estilo barroco, entre el hiperrealismo publicitario y la herencia de Alex Raymond, que prefigura el futuro desafuero de dibujantes como Jim Steranko,Gil Kane o Neal Adams. Más allá de renovaciones de estilo supone un avance de lenguaje y de lectura al pasarse de la palabra (la viñeta) a la frase (la página). El lector estará menos dirigido, su relación con el medio será más libre, también más compleja al requerirse un esfuerzo de comprensión diferente ante un espacio, o una interpretación del espacio, nueva. Se le ofrece el total, la cadencia debe ser por tanto otra. Bien es cierto que este trasteo con la simultaneidad de fondo y
forma ya había estado presente en el archigenial Winsor McKay a principios de siglo o en el Spirit deWill Eisner pero fue desde finales de los 60 cuando se fue imponiendo en el comic-book comercial.(…) continuar
(…)El tercero es, por el contrario, el mejor número de este tomo recopilatorio. Lo es por tres historias: la formidable traslación de El corazón delator de Poe, tétrica, viscosa, obsesiva y sardónica con una Reed Crandall jugando en otra liga. El magistral cuento de ciencia ficción paradójica Incidente en el más allá, el mejor guión de Goodwin en toda esta serie de cinco embellecido por una trabajo de Gray Morrow (otro autor con cierto deje publicitario) magistral, principalmente por el empleo, bellísimo, de las aguadas rematando un conjunto de similitudes con el futuro David Lloyd, por cierto. Una historia perfecta en su valoración/adecuación entre formato, tempo e impacto. La tercera, las más EC es Viaje de regreso una pútrida historia sobre un muerto viviente de repugnante ironía, donde se hace un llamativo empleo del flashbacks como método narrativo y que supone el mayor logro de un Joe Orlando desatado, con permiso para mostrar su denso, penetrante, sentido del horror físico y del asco en imágenes perturbadoras. La primera página, que da cuenta de la resurrección del protagonista, resulta inolvidable, de claro impacto cinematográfico a posteriori. La última, repulsiva.(…)” continuar