Atenuante en causas de necesidad
Atenuante
¿Puede ser la crisis un atenuante?
Cometer un delito societario “obligado” por la crisis, bien podría tener su atenuante, como lo tiene el homicidio cuando es realizado en defensa propia. A eso al menos hace referencia en su reciente memoria el Ministerio Público que hace hincapié en la “negativa incidencia” de la crisis sobre el incremento en el trabajo de los juzgados, apelando “a la sensibilidad de los fiscales“, pidiéndoles que “eviten la criminalización de conductas cuya única causa sea la situación económica desesperada del autor” Por contra, anima a ”extremar el rigor en la persecución de aquellas actividades defraudatorias que causen directa o indirectamente pérdida de puestos de trabajo o perjuicios a pequeños ahorradores”
Y es que parece ser que todo apunta (aunque las estadísticas no son muy buenas al respecto) a que con la agravación de la crisis sigue aumentando el número de delitos societarios, lo cual, a su vez, está incrementando, e incluso bloqueando, el trabajo de algunos juzgados.
Personalmente me parece bien que se use la figura del atenuante en estos casos, lo que me pregunto es si el verdadero motivo de hacer esta petición a los fiscales es la causa justa, o bien tiene por único objetivo quitarse trabajo de encima, que es lo que parece. También me pregunto hasta qué punto una petición informal de este tipo llegará a influir en el duro e impermeable corazoncito de los fiscales, quienes lo que buscan a priori es el mayor número de condenas en el menor tiempo posible para colorear su currículum y hacerlo lo más vistoso posible. Sinceramente creo que si lo que se quiere es que se criminalice menos, la ley debería contemplar ese tipo de atenuante de manera expresa para que, de alguna manera, los fiscales se vieran obligados a aplicarlos a la hora de catalogar los hechos como delito o no.
Dejar el atenuante a cargo de la conciencia del fiscal no parece lo más tranquilizador para nadie.
Pero claro, luego uno lee peticiones de la fiscalía como esta y no se cree nada.
Ramón Cerdá