“Ateos que creen en Dios” de Andrés Montero

Por Juancarlos53

Llega este libro a mis manos vía Edición Anticipada. Cuando me lo ofrecieron sólo pensé en que me apetecía seguir leyendo poesía pues no en balde acababa de disfrutar mucho con la de Francisco Caro, poeta al que descubrí a raíz del homenaje que el pasado día 8 de enero le hicieron sus amigos poetas.

Es bueno enfrentarse con obras que no tienen mucho interés para así saber valorar en lo que se merecen las que sí que lo tienen. Ir de lo bajo a lo alto, aún teniendo su dificultad, es posible hacerlo; pero realizar el camino inverso, caer desde lo alto para hundirse en el tremedal de lo inferior no es fácil de asumir cuando hablamos de delectación artística.

Toda la reflexión anterior viene a cuenta de la sensación que me ha invadido mientras he pasado las páginas y leido, -si, también he intentado prestar la atención debida a lo que allí se decia- el poemario “Ateos que creen en Dios” que firma Andrés Montero. Descendia yo, como quien dice, del monte Horeb con las tablas de la ley entre mis manos tras haber degustado la poesía de Paco Caro cuando me enfrento a un librito de apenas 50 páginas en el que en breves composiciones (la mayor de 21 versos [XXXIII, XL], y la menor de uno solamente (XVIII: “Es la fe la que ha matado a Dios“) el autor que, según leo en su biografía, es psicólogo  y licenciado en matemáticas, se enzarza en una especie de mental práctica masturbatoria respecto a la idea de Dios.

Dios me escucha, Dios está sordo, Dios no existe, a Dios le rezamos, Dios es una invención de los hombres, Dios no se hizo hombre, sino que los hombres hicieron a Dios; Dios es eterno; Dios es preexistente a todo; Dios es una utopía… Y asi, de esta guisa, son los XLI poemitas, yo diría más bien rimas, en las que Andrés Montero al cabo de las mismas viene a concluir con un lugar común más que aceptado por la comunidad de hombres y mujeres que habítamos el mundo: el único Dios auténtico es el Amor; Dios es Amor. Por ello,  por ese infinito amor que se produce entre los seres humanos “todas las madres ateas / son profundas creyentes en Dios / aún ignorantes de su fe / igual que los amantes esposos, / o las novias en pasión” (XXXIX). 

Bien es cierto que los géneros que más se parecen entre sí son el del ensayo y el poético. Sin embargo existe en la Poesía una calidad inasible, difícil de explicar si no es a través del pensamiento intuitivo; una calidad que se apoya esencialmente en la ‘elisión’, en la ‘alusión’ y en la ‘elusión’. E incluso, por seguir con el juego de palabras, me atrevería a incluir también entre estos constituyentes poéticos la deseable ‘ilusión’. El ensayo, por su parte, está más en el deseo de sostener una idea, de defenderla con argumentos racionales, de apoyarla con sutileza pero con contundencia. Es esto segundo lo que yo creo ver en esta breve obra. Poco importa que toda la argumentación esté escanciada en XLI breves apartados, que podríamos llamar estrofas o rimas dado que están formadas por breves frases que llamaríamos versos o, casi mejor, versículos. ¿Pero en verdad estamos ante una obra poética? Ciertamente tengo mis dudas. No porque algo se escriba en breves líneas agrupadas en elementos asimismo pequeños podemos hablar de Poesía. Faltan muchas cosas, en especial, el ritmo, y también aquellos mecanismos retóricos que sirven para mediante desviaciones crear el lenguaje poético. Yo, al menos, no los he visto o sabido discernir.

En esta obra su autor se queda en la mera plasmación de la idea que sobre Dios él tiene y que se resume en lo siguiente: Dios no existe, es una pura creación humana. Los hombres recurrimos a esta idea inexistente cuando algo nos sobrepasa. Tan sólo una idea -dice Andrés Montero- salvaría a Dios, es la de “Dios es Amor”.

Siempre me ha parecido paradójico el fuerte conocimiento que los ateos militantes tienen de Dios. Y no sólo esto, sino también la intransigencia con que exigen a los creyentes o seguidores de una religión que la practiquen. En este conjunto de estrofillas se percibe el profundo conocimiento que Andrés Montero tiene de una práctica religiosa: el cristianismo. Y se observa en el entreverado que realiza en algunas de las XLI rimas entre versículos creados por el poeta y otros tomados de oraciones de los cristianos católicos: “que estás en los cielos / Santificado sea tu nombre” (rima IV), “Ruega por nos / Santa Madre de Dios” (rima VI), etc.

Hay mucho conocimiento religioso en el poeta  y quizás también un desesperado deseo, inalcanzable e imposible, de que Dios exista. En este sentido mientras leía las rimas de Montero la poesía de Blas de Otero, en especial el brutal grito que se esconde en su poema “Hombre” acudía a mi memoria. Este grito desesperado lo he querido ver en la composición VII (“por qué, por qué, cuándo / preguntando, reprochando / por qué, por qué me has / abandonado. Decepción.”). También, en general por todo el poemario, he querido ver la figura de Miguel de Unamuno en ese deseo de creer siendo racionalmente ateo.

Desde el punto de vista literario hay momentos en que aparecen aciertos, destellos que justifican la lectura. Me han gustado algunas construcciones ciertamente afortunadas como cuando en XIV habla de un Dios gramatical “sin faltas de ortografía, / con sintáctica de imperativo / y domingos de guardar.” También creo que alcanza calidad poética en algunas de las imágenes del tipo “Dios es….” que por decenas abundan en el poemario, si bien cuando en XXX, en el ejercicio de su libertad creadora, llega a decir que “Dios es un error / en tiempo de compilación, / un código de programación / fallido al interpretarse / a lenguaje máquina, / al ser ejecutado en mente y corazón / por lento software biológico.” creo que el exceso le puede. Por último hay predominio de la adjetivación con preferencia por la de tipo bimembre; la rima XXXIV es llamativa en este sentido: ‘estrecha inteligencia práctica‘, ‘lo desconocido apàtrida y extraño‘ ‘anormal configuración irreal‘.

Pero en conclusión este conjunto de frases, de versículos agrupados en XLI estrofas tiene más de contenido, de transmisión de una idea que de forma. En este sentido la rima XL expresa con claridad la idea que viene a defender el poeta-ensayista: [—–] / Amamos sin saber qué es amor / y por ello lo intelectualizamos, / por el amor nos unimos a Dios / sin conocer la esencia divina / y por ello lo antropomorfizamos / [—–] / Cada culto religioso es un poema / que conjuga a Dios con distinta rima, / una liturgia en la que reflejar / nuestros modos de pensar y sentir, / nuestros ideales de actuar.  Y lo que desde el principio yo me pregunto es ¿por qué en vez de utilizar la prosa ensayística para transmitir este pensamiento, el autor ha elegido la expresión poética?.