Hay pocos pescados que tengan tantas recetas en su haber como el bacalao. Doquiera miremos de la geografía española, ya sea de costa o de interior, allí encontraremos recetas de lo más variopinto tales como el bacalao al pil-pil, bacalao con garbanzos, con arroz, en esqueixada, a la cazuela, a la vizcaína... que llevan este ingrediente como elemento principal. El bacalao, habitualmente conservado en salazón, ha sido durante muchos siglos un plato típico de las mesas más humildes, al cual se le llegó a llamar "el pescado de los pobres". Sin embargo, ¿qué es lo que ha pasado para que este alimento, muy asequible en otras épocas, se haya convertido de un tiempo a esta parte en un auténtico lujo para la mesa, con unos precios que llegan a competir con los de las glamurosas ostras? La codiciosa estupidez del hombre vuelve a estar por medio. ¡Qué casualidad!
El bacalao (Gadus morhua) es un pez depredador que habita los fondos entre 100 y 300 metros de las frías aguas del Golfo de Vizcaya, el Mar del Norte y Terranova, pudiendo llegar a los dos metros y casi los 100 kilos de peso, aunque en la actualidad te puedes dar con un canto en los dientes si llegan a los 4 kilos y los 60 cms de largo. Su carne es especialmente interesante por su cantidad de proteínas y grasas Omega-3 (ingrediente principal del Aceite de Hígado de Bacalao), lo cual lo hace un alimento especialmente nutritivo, pescado intensamente desde la Edad Media por los pueblos costeros de Europa. El descubrimiento de América y de los tremendos caladeros de Terranova dieron el impulso a su pesca comercial, ya que se cuenta que había tal cantidad de bacalaos que se podían pescar simplemente lanzando una cesta al agua. Los bancos de estos preciados peces eran, en la práctica, inagotables y los conflictos por los intereses comerciales de los países implicados, igualmente inacabables.
La pesca era muy lucrativa y si bien las capturas eran muy altas, el hecho de efectuarse con técnicas tradicionales y no excesivamente dañinas para el medio ambiente permitía que las extracciones se regeneraran rápidamente, gracias en parte también a la elevada tasa de fertilidad de la especie. Sin embargo, las primeras señales de agotamiento se dieron a finales del siglo XIX, con una bajada de las capturas que hizo inquietar a los políticos canadienses. A principios del siglo XX, con el desarrollo de las artes de arrastre y los avances en la introducción del diésel en los barcos de pesca, las capturas siguieron en aumento gracias también a la alta demanda de una población mundial igualmente en aumento.
A pesar que las capturas llegaban a las 300.000 toneladas anuales, la situación no sufrió demasiados cambios hasta finales de los años 50 del siglo XX, cuando la introducción de los grandes buques-factorías, equipados con sonar y equipos de refrigeración industrial, destrozó el mercado igual que sus redes de arrastre destrozaban los fondos marinos. Las capturas se dispararon y se llegaron en 1968 a las 800.000 toneladas. Nunca jamás se había llegado a tal producción y nunca jamás se volvería a conseguir, ya que las capturas cayeron en picado: se había superado la tasa de regeneración y la población de bacalao entró en colapso.
Hasta tal punto cayeron las capturas que en 1977, los países instauraron la exclusión de las 200 millas alrededor de sus países para proteger sus caladeros y permitir la regeneración de la especie, pero lo que se consiguió fue aumentar la presión de los caladeros, ya que aumentaron las flotas propias que pescaban en ellos. El desastre fue total, ya que las técnicas de arrastre acababan con los bacalaos y, lo que fue peor, con las especies que eran los alimentos de los bacalaos, los cuales se desechaban cuando llegaban a bordo de los pesqueros. Los ejemplares que sobrevivían no tenían alimento, documentándose casos de canibalismo entre los bacalaos debido a la falta de alimento en la zona. En 1992, a pesar de los intereses de las pesqueras se produjo una moratoria total que dejó a más de 40000 personas de la costa de Terranova en paro. El descalabro económico y social de las zonas bacaladeras, no hace falta decir que fue espectacular.
Quince años después, en 2007, el bacalao se pudo volver a pescar en sus caladeros tradicionales, pero se pescaron tan solo 2700 toneladas. La destrucción de todo el hábitat marino implicado en su ciclo biológico, produjo el hundimiento total de las poblaciones de bacalao, esquilmándolas hasta el punto de no retorno inutilizando su pesca comercial durante décadas, por no decir siglos: sus poblaciones actuales no llegan en la actualidad a ser el 1% de lo que fueron en el 1977 y hasta ha sido catalogada como especie amenazada de extinción.
Suma y sigue. Donde el hombre pone el punto de mira, como un Atila cualquiera, allí no vuelve a crecer nada. ¿Cuando parará esta espiral de destrucción? Esperemos que pronto, porque nosotros estamos en medio de esa corriente sin freno y más pronto que tarde, acabará por afectarnos.