Capitán Arenas 20
08034 Barcelona
Habitación: 801
Entrada: 20/1/2020
Tarifa: 63 SA
Encontramos este hotel en la zona alta de Barcelona, a un paso de la Diagonal y rodeado de las calles más exclusivas de la ciudad. Un edificio de nueve plantas empotrado en una manzana de viviendas de una amplia y luminosa calle en cuesta. Ante una ancha acera con árboles, y rodeado de un pequeño y poco afortunado jardín, con unos mástiles sin bandera, nos topamos con media docena de escaleras de granito rosado que nos suben hasta la recepción del hotel a la que se accede tras un pequeño dosel en forma de frontón, pisar una alfombra en tono oscuro y dos puertas de cristal correderas automáticas.
Dentro la sensación es algo desangelada. Como si faltara decoración. A la izquierda y rodeado de ventanas a la calle hay un par de butacas blancas y un sofá largo. Al fondo, algo oculto queda la barra de la cafetería y el acceso a un salón. Pero el espacio intermedio queda simplemente vacío, con un suelo de granito oscuro bastante poderoso. A la derecha, tras dos escalones encontramos los ascensores, y antes, el mostrador de recepción. Poderoso, hecho como de un armario lleno de pequeños cajones. Un par de puestos de trabajo en cada extremo, en medio una tablet sobre la que firmamos el bienvenida. En un extremo, dos frascos con chucherías a disposición de los clientes, nos alegran la llegada.
Una joven nos atiende. Rápida, eficaz y amable. Nos explica el funcionamiento del wifi que es libre y gratuito en todo el hotel, y que además funciona estupendamente. Seguimos avanzando hacia la derecha, subimos un par de escalones más y nos encontramos con los ascensores, junto al lado de la puerta a la que se abren unas amplias escaleras. Son antiguos, de apertura manual con una puerta interior automática en forma de fuelle. Pese a su antigüedad, están bien cuidados. El interior, que es escaso de altura, está renovado con paredes en plástico gris con el logotipo del hotel y una pantalla de televisión con información sobre la ciudad, el tiempo... En la pared del fondo un espejo algo oscuro.
Al salir del ascensor encontramos un ancho pasillo. Paredes en gris, techo blanco algo anticuado con molduras, pero muy cuidado. Moqueta azul en el suelo bastante limpia. Varios puntos de luz con pantallas de cristal en las paredes ofrecen una sensación algo fría y anticuada. Puertas en blanco con unos adhesivos grandes con el número de la habitación.
El dormitorio resulta muy espacioso, aunque igualmente desangelado. La decoración brilla por su ausencia. Paredes blancas, y nada más. Junto a la puerta hay un sencillo escritorio de madera blanca. Sobre él una lámpara de trabajo, varios folletos del hotel, y una bandeja con una cafetera y dos tazas. Además, una tarjeta del hotel que nos da la bienvenida y nos ofrece un botellín de agua y una bolsa de tela de recuerdo del hotel. Sobre la mesa cuelga de la pared un televisor plano excesivamente pequeño. Bajo el escritorio, además de una papelera de plástico en colo crudo, un minibar, en uso, pero vacío. Además allí detrás podemos encontrar algún enchufe libre disponible para nuestros aparatos electrónicos. Entre la mesa y la ventana, que se encuentra en la pared del fondo hay una lámpara de pie de metal blanco, con luz hacia arriba y un brazo articulado para la lectura. A su lado, una butaca de piel oscura algo incómoda.
A la derecha del dormitorio quedan las camas. Dos. generosas. Blancas. Cada una con una almohada grande y otra más pequeña. Vestidas en blanco con suaves sábanas y un agradable edredón nórdico. El colchón es sumamente cómodo. Aparecen empotradas contra un cabecero de madera oscura. En él hay enchufes disponibles y dos brazos de luz dirigibles. Sendas mesillas, muy sencillas de madera blanca con cajón y diseño algo moderno. Sobre una de ellas el teléfono. En la otra, un folleto del hotel. En el techo de la habitación hay una lámpara de cristal de luz bastante fría. Si la obviamos el resto de luces (la lámpara blanca que hay junto al escritorio, y las luces de las mesillas) permiten crear un ambiente algo agradable.
En la pared del fondo encontramos un enorme armario de tres cuerpos, con puertas de madera oscura con espejos. En su interior barras colgadoras con escasas perchas de plástico negro. Además algunos cajones y una caja fuerte. En el otro lado del armario, está la ventana. Doble de hojas correderas. Con vistas a la puerta principal y gracias a la altura alguna vista de la Diagonal y del sur de la ciudad. Pese a ser doble la insonorización no es muy buena y se escuchan los ruidos de la calle. Igualmente la puerta de la habitación no termina de cerrar bien, y debido al temporal que hay fuera no deja de golpearse con la fuerza del viento y de alguna corriente de aire interior. El foscurit no consigue frenar la luz exterior, y las rendijas de la puerta hacen que la luz del pasillo también se cuele en la habitación. El hotel en general resulta tranquilo así que no se escuchan voces en las habitaciones cercanas, aunque de vez en cuando se escucha un ruido como de un motor posiblemente del ascensor.
A continuación del lavabo hay un bidet y después un inodoro algo bajo. Junto a él además del portarrollos hay un dispensador de bolsitas higiénicas de plástico. Encima, dos ventanas modernas de aluminio blanco no practicables.
Por la mañana cuando bajamos a recepción, no hay nadie tras el mostrador. Pronto llega un hombre dispuesto a cobrarnos y entregarnos la factura mientras nos pregunta por el descanso y nos ofrece su simpática ayuda para continuar nuestro viaje.
Calidad/precio: 8.5 Servicio: 8
Ambiente: 6
Habitación: 6.5
Baño: 8
Estado de conservación: 6.5
Desayuno:
Valoración General: 7.5