La capacidad de la plataforma Filmin para encontrar nuevos espacios en los que asentar su oferta ha sido posiblemente una de las claves de su mantenimiento en un panorama en el que primero fueron pioneros y ahora se enfrentan a una amplia competencia. El Atlàntida Film Fest fue una de las primeras iniciativas que nació como elemento de marketing para atraer la atención de los usuarios, pero poco a poco ha ido tomando una identidad propia, que al mismo tiempo lo conecta y lo desconecta con la plataforma Filmin. Porque el festival nació como una experiencia exclusivamente online (y en este sentido también anticipó lo que muchos festivales han experimentado en los meses de la pandemia), para después convertirse en una muestra híbrida que mantiene una programación paralela presencial y online.
Esta edición número 11 no es muy distinta de la que se vivió el año pasado en plena segunda ola del coronavirus. Y, de hecho, se han tenido que modificar horarios para ajustarse a las nuevas restricciones impuestas por el Gobierno Balear debido al nuevo aumento de infecciones. En todo caso, Atlàntida Film Fest mantiene una programación robusta que se puede ver durante una semana en Mallorca y está disponible durante un mes en Filmin. Y este año ha sacado músculo en su formato presencial con la intención de contar en la gala de clausura con la presencia de la reina doña Letizia, que será la encargada de entregar los Premios Masters of Cinema a la actriz Judi Dench y el director Stephen Frears. La selección de películas de Atlàntida Film Fest se realiza a partir de la programación de los festivales de Berlín, Cannes y Sevilla, aunque curiosamente son aquellas películas que han destacado en otros festivales las más interesantes. Hay una restricción incomprensible a las cinematografías europeas, teniendo en cuenta que no es un festival que cuente con las limitaciones de otras muestra. En nuestras próximas entregas vamos a ir comentando algunos de los títulos destacados de su programación, que se divide en once secciones temáticas y dos retrospectivas dedicadas este año al cineasta italiano Pietro Marcello, del que se estrena en España su documental Per Lucio (2021) y el director estonio Veiko Õunpuu, que estrena Viimeiset (The last one) (2020), seleccionada por Estonia como representante para los Oscar. Atlàntida Film Fest se inauguró con una producción muy mallorquina, El vientre del mar (Agustí Villaronga, 2021), que ya comentamos en su estreno mundial en el Festival de Rotterdam, y que consiguió después seis premios en el Festival de Cine Español de Málaga. MUROS Y FRONTERASEl festival Visions du Réel inauguró su última edición con Le chants des vivants (Cécile Allegra, 2021), un hermoso documental que se centraba en el trabajo de una asociación con un grupo de refugiados que utiliza la música como forma de integración en una pequeña localidad francesa. También A black Jesus (Luca Lucchesi, 2020), que pudimos ver en CPH:DOX, ofrecía una visión personal de un grupo de emigrantes africanos en una localidad siciliana que venera la figura de un Jesucristo negro. En la misma línea podemos situar a Bienvenidos a España (Juan Antonio Moreno Amador, 2021), que se desarrolla en un Centro de Refugiados cuya sede se encuentra en un antiguo prostíbulo situado en el barrio sevillano de Torreblanca. El documental se presentó en la sección "The changing face of Europe" del pasado festival canadiense Hot Docs, y surge de la experiencia del director con la protagonista de su anterior documental, Boxing for freedom (Juan Antonio Moreno Amador, 2015). El director se plantea la película como un objeto vivo, en el que no hay nada previsto sde antemano. De hecho, una pareja de refugiadas salvadoreñas decide no seguir apareciendo en la película y una familia desaparece sin dejar rastro en un momento de la narración. Estas circunstancias, que seguramente son habituales en muchos documentales en los que finalmente estas historias incompletas se quedan fuera de la mesa de edición, porque no se desarrollan, sin embargo están presentes en Bienvenidos a España, dada la intención de Juan Antonio Moreno Amador de lograr una dinámica que se parezca a la vida real, en la que no hay finales cerrados. De esta forma, conocemos a varios inmigrantes que han llegado a nuestro país con la intención de mejorar su forma de vida. El problema principal es que no escuchamos sus experiencias principalmente desde sus propias voces, sino que es el director el que sirve com un narrador constante, como un interlocutor que describe lo que ve, ofreciendo una visión personal que no es la de sus protagonistas, sino la de él mismo.
De hecho, esta posición de narrador es la que limita las posibilidades del documental, cuando por ejemplo nos cuenta que Marouane, un chico marroquí que ha huido de su país por su identidad sexual, ha sido expulsado del Centro de Refugiados pero se nos oculta la razón, lo que hubiera ofrecido una reflexión interesante sobre las dificultades de la integración. También el segmento dedicado a Mady, procedente de Mali, acaba derivando hacia una larga mirada en torno a la Semana Santa de Sevilla que pretende ofrecer una perspectiva sobre las diferencias culturales pero que al final se queda en una visión demasiado superficial y folclórica. O cuando Amelia, una mujer venezolana que ha decidido venir a España siendo ya abuela, entabla una conversación con un delegado de Vox que se supone que ha increpado a los inmigrantes a la salida de un colegio electoral (en las Elecciones Generales que convirtieron a la extrema derecha en un protagonista necesario en nuestro parlamento), pero que resulta poco esclarecedora. Es evidente la intención del director de ofrecer una visión personal de la inmigración, pero el tono se desequilibra en el desarrollo de las historias y su protagonistas, que acaban siendo más sujetos de observación que parte integrante de la narración. Lo más interesante del documental es esa cierta ironía del título que se refiere a un país cuyo mensaje de bienvenida está envenenado. MEMORIA HISTÓRICAEn algunas ocasiones resultan curiosas (y poco acertadas) las traducciones internacionales de los títulos. Es el caso de Sous le ciel d'Alice (Chloé Mazlo, 2020), que se ha traducido para su estreno internacional como Skies of Lebanon, el mismo título que se ha adoptado en España. Pero Bajo los cielos del Líbano ofrece un punto de vista que no se corresponde exactamente con el que adopta la película, Bajo el cielo de Alice porque, efectivamente, la historia se desarrolla en el Líbano, pero el punto de vista, formal y narrativo, es el de su protagonista, Alice. Con el sello de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2020, Sous le ciel d'Alice se centra en la historia de una joven suiza que decide trabajar como au pair en Beirut, donde inicia una historia de amor con un astrofísico que está desarrollando un cohete para conseguir llevar a la luna al primer astronauta libanés.
Como decíamos, el punto de vista es el de Alice, que vive una especie de fantasía idílica representada por la puesta en escena. La directora, Chloé Mazlo, se ha inspirado en su propia abuela, quien se enamoró del Líbano cuando se mudó en 1955, y utiliza la técnica de animación que había desarrollado en su filmografía anterior para mostrar una visión soñadora. En Suiza, los personajes se muestran solo en formato animado, mientras que en Beirut se utilizan fondos fotográficos que ofrecen una visión edulcorada, de ambientación irreal, que funciona bien para establecer la psicología del personaje principal. Por eso es más adecuado hablar del cielo de Alice, es su mirada idílica la que establece el tono optimista. Y es esta mirada la que se rompe con la llegada de la guerra, de la realidad cruda y violenta, que destruye la felicidad y también desmorona la puesta en escena, que es a partir de entonces más realista. Es el momento en el que ese país de las maravillas que ha creado Alice a su alrededor se descompone. El tercer acto es por tanto más descarnado, aunque introduce elementos de humor en los registros que efectúan los militares en la casa de la protagonista. Esto permite que incluso el período de descomposición de su familia y de su país ofrezcan una mirada de resistencia, de dignidad en medio de los conflictos armados. La escena se desarrolla en un espacio interior que es al mismo tiempo claustrofóbico y familiar, reforzado por el uso de la cámara de 16 mm.Chloé Mazlo consigue así un debut que habla de esa guerra interminable con una propuesta diferente, con una mirada singular en la que también destaca la espléndida banda sonora del músico libanés Bachar Mar-Khalifé, que utiliza los instrumentos como actores, más armónicos en la primera parte y más disonantes en la segunda. A pesar de contar con el sello de la Semana de la Crítica, la película ha sufrido las consecuencias de la pandemia del coronavirus, retrasando su estreno en Francia hasta el 30 de junio de este año. GENERACIÓN
Hay dos elementos que convierten a Reindeerspotting: Escape from Santaland, en algo más que una representación del mundo de las drogas. Por un lado, cierta ambigüedad del director, amigo personal de Jani, pero del que quedan ciertas dudas de si actuó como simple observador o como facilitador (en 2013 Joonas Neuvonen fue condenado a dos y años medio de prisión por ser el responsable de una red de distribución de tabletas Subutex, importadas desde varios países de Europa y vendidas en Finlandia y Suecia). Por otro lado, su capacidad para extraer imágenes que son casi ensoñadoras, pero al mismo tiempo tienen un cierto aire de pesadilla (como la carrera nocturna de renos), que transmiten junto al diseño de sonido, esa irrealidad en la que habita el protagonista. El estreno de la película se produjo cuando Jani cumplía condena, y consiguió el Premio de la Crítica en el Festival de Locarno, pero fue acusada de hacer apología de las drogas. Y, a pesar de no poder distribuirse en circunstancias normales, se convirtió en el documental más visto en la historia de Finlandia.
Lost boys (Joonas Neuvonen, Sadri Cetinkaya, 2020) es la continuación de aquel documental, y comienza cuando Jani sale de la cárcel y decide celebrarlo viajando con sus amigos Antti y Joonas a Camboya, entregándose de nuevo a las drogas, lo que es documentado una vez más por el director. Pero la historia da un giro sorprendente cuando Jani y Antti desaparecen (el director, Joonas Neuvonen, regresó a Laponia) y finalmente Jani es encontrado muerto, aparentemente por suicidio, aunque otras versiones apuntan a un ajuste de cuentas. De esta forma,Lost boyses al mismo tiempo una crónica de estas "vacaciones" de alcohol, drogas y sexo, pero también el relato de una investigación personal sobre un posible asesinato. La película ha vuelto a convertirse en un éxito tras su estreno el pasado mes de octubre en una plataforma online finlandesa.
Joonas Neuvonen consigue reforzar una atmósfera de pesadilla que evoca la novela de James Conrad El corazón de las tinieblas (1899), cuyo nombre vemos precisamente en uno de los locales en los que se desarrolla la primera parte de la historia. Hay una ambigüedad constante en estos dos documentales, que no está claro si se retro-alimentan de su propia tragedia (por ejemplo, son difusas las intenciones de Jonas Neuvonen por continuar la historia, entre la reivindicación de su amigo Jani o, simplemente, la explotación comercial de su muerte). Pero al mismo tiempo esto es lo más fascinante de esta película, la frágil línea que separa la representación realista de la crónica de sucesos. Al final, sin embargo, la aventura de estos jóvenes que pretenden liberarse de la monotonía a través de las drogas los convierte en víctimas, seducidos por prostitutas que usan las adicciones de los turistas para exprimirlos y por relaciones de amistad que en realidad son interesadas. Y, aunque no hay límites a la hora de mostrar sexo explícito o escenas de uso de drogas, el destino de los protagonistas no resulta muy alentador, con Jani posiblemente asesinado, Antti en un estado de paranoia y el propio director, Joonas, detenido por contrabando de drogas (lo cual retrasó la finalización de este documental). Pero la construcción de este cuento de pesadilla que hace referencia en su título a esos "Niños Perdidos" que no crecían en la obra teatral Peter Pan (J.M. Barrie, 1911) acaba siendo tan aterradora como fascinante.
DOMESTIK
Una de las películas suizas más esperadas el año pasado fue Jagdzeit (Temporada de caza) (Sabine Boss, 2020), ya que enfoca su argumento en el mundo de los ejecutivos, y especialmente en la ola de suicidios que se produjo en Suiza en los años de la crisis económica, recibida con una cierta desafección frente al nivel de vida que tenían estos empresarios. Estrenada justo antes de la pandemia del coronavirus, la película sufrió el cierre de las salas de cine. La directora propone un enfrentamiento entre dos modos diferentes de enfocar el trabajo empresarial, usando como telón de fondo el caso "Dieselgate" protagonizado por Volkswagen, para trazar el marco de una empresa en crisis que se enfrenta a un futuro incierto, entre la posibilidad de ser reflotada y la necesidad de ser desmantelada. El nuevo CEO, Hans Werner Brockmann (Ulrich Tukur, al que hemos visto en La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck,2006)) pretende una transformación drástica del modelo de negocio, enfrentándose al Director Financiero, Alexander Maier (Stefan Kurt, al que hemos visto recientemente en la serie Laberinto de paz (RTS, 2020)), un ejecutivo serio y honesto que cree que hay margen de maniobra para salvar la empresa.
Se establece así una lucha de poderes entre estos dos ejecutivos que sirve para mostrar los entresijos de la vida empresarial, la adicción al trabajo y una espiral de responsabilidades y objetivos que acaba fagocitando la vida personal de su protagonista. La directora lo expresa en los trayectos en coche, que se desarrollan siempre en el interior de un túnel, un espacio cerrado en el que solo hay una dirección, hacia adelante, de la que no hay escapatoria ni física ni psicológica. Se establece también un entorno de lucha patriarcal, una masculinidad que al final acaba resultando asfixiante, y que es tan real que Sabine Boss reconoce en algunas entrevistas que, cuando estaban realizando la investigación en torno al mundo empresarial, los ejecutivos eran mucho más abiertos e indagaban en aspectos más personales cuando hablaban con el productor, Michael Steiger, que cuando hablaban con ella.
Los enfrentamientos verbales entre los dos protagonistas proporcionan las mejores escenas de la película, pero la intención de no establecer una dinámica de antagonismo exagerada, huyendo de la figura del ejecutivo bueno y el ejecutivo malo, aplana en cierta manera la eficacia de la propuesta. Y es esta búsqueda del equilibrio, en la que se intenta balancear la acusación que lanza el protagonista al final de la película, lo que más perjudica a sus posibles virtudes.
Parte de la programación del Atlàntida Film Fest se puede ver en Filmin hasta el 26 de agosto.
Boxing for freedom y Laberinto de paz se pueden ver en Filmin. Trainspotting se puede ver en Movistar+.