Tan lento como un viaje a Japón. En la primera escena ya se palpita que Like someone in love es una película con escenas largas. Plano fijo durante unos minutos y algún contraplano que altera la monótona primera escena, pero en el mismo ambiente y con la misma dinámica. Abbas Kiarostami, uno de los grandes directores de cine iraní, dirige esta mansa obra que deja con ganas de algo más. A pesar de ello, adentrarse en la película se hace fácil, gracias a una fotografía cuidada y sensible, fiel al delicado (a veces) cine japonés.
Sin embargo Kiarostami, que para los desconocidos puede parecer de origen japonés pero no lo es, plantea una historia simple que tiene como tema central la prostitución. Aunque éste parece quedar claro en un principio, las diversas escenas hacen que el espectador dude sobre qué se relata y sobre los papeles en la trama. Esta incertidumbre constante permite mantenerse firme y quieto ante esta cinta donde no pasa nada, donde el que mira se convierte en protagonista al interpretar la película. Los diálogos ayudan a que la monotonía empape la cinta y que la duda crezca más.
En esta producción franco-japonesa destaca la actriz principal, Rin Takanashi. Joven e inexperta (solo dos películas antes que esta), su pasividad permanente desprende mucha expresividad que desprende ternura y melancolía, perfectamente interpretadas en las escenas dentro de los vehículos por los que se mueve. Destacable también es la actuación de Tadashi Okuno, quien encarna a un viejo solitario en busca de compañía para sus últimos días. Ambos conforman una pareja poco habitual y algo extraña en la pantalla, pero la rápida comprensión de él hacia ella les permite tener una compatibilidad justificada.
Like someone in love es lenta y puede hacerse larga, con pocas escenas de larga duración y una trama simple pero confusa. Aún así, tiene elementos que la realzan como una buena película: la fotografía o la evidente confusión que plantea al espectador, al que pretende desorientar y obligar a reflexionar sobre qué está pasando. La sensación es necesitar algo más, pero ese extra ya no está en la pantalla, sino dentro de la cabeza del espectador.
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