El poemario Atópica, galardonado con el Premio del XXVII Certamen Poético “Ángel Martínez Baigorri”, es una reflexión irónica sobre la irracionalidad de muchas normas que imperan en nuestra sociedad actual
Publicado por el Ayuntamiento de Lodosa, el libro se caracteriza por su original forma de entender el fenómeno de la creación poética en el que la sátira y la ironía se convierten paradójicamente en formas lógicas de afrontar las injusticias, los abusos y ese universal hortera y chabacano que caracteriza a muchas de nuestras costumbres y rutinas.
“Es cosa de hombres entrar en bares de esquina,
fachada gris e interior cavernoso.
Es cosa de hombres anidar su barra,
quejándose de estos y aquellos,
liquidadores y manipuladores de su trabajo,
pero proveedores de una paga que funden con
el carajillo del día y el cigarro de la noche.” (pág. 27)
Como refiere la escritora Luisa Pastor en el prólogo de la obra, los versos de Álvaro Giménez demuestran que existe una manera sincera, lejos del hermetismo y de actitudes egocéntricas, de relacionar el contenido emcional con una expresión en la que el humorismo es una propuesta franca y veraz de diagnosticar los males del mundo y sus convenciones.
“Para encuentros inevitables
como el de ayer,
el único analgésico
es el vacío de las sábanas
y las atronadoras palabras de tu silenciosa
despedida.” (pág. 23).
La carnavalización de colectivos humanos convierte al sujeto de sus poemas en estereotipos hiperbólicos en los que la frustración y el autoengaño son razones para sobrevivir en una realidad mediatizada por los siete pecados capitales.
Otro aspecto relevante del poemario es la crítica a los tópicos literarios clásicos (carpe diem, vanitas vanitatis o tempus fugit) que inspira una mirada de desengaño hacia esa idealización de temas y mitos en la literatura que, desde el punto de vista del autor, adulteran nuestra propia naturaleza humana, resignada y pesimista.
Tras sus versos, no existe otra razón estética que desenmascarar la trágica condena de las apariencias con las que intentamos sobrevivir a nuestras propias miserias.
“Todo aparece con claridad ante ti ahora,
al notar la ausencia de aquella vida,
su futilidad.
Cuando te miras en el espejo
te percatas de que las imperfecciones que ves en él
no son suyas, sino tuyas.
Las ha creado el tiempo
en su peregrinaje por tu rostro
desde aquel atardecer en una playa dorada” (pág. 15).
Enhorabuena, Álvaro.