Alguna vez hemos dejado aquí poemas de Javier Moreno, que ha publicado los libros de poesía 'Cortes publicitarios' (Devenir, 2006) -premio nacional Fundación cultural Miguel Hernández-, 'Acabado en diamante' (La Garúa, 2009) -premio internacional de poesía joven La Garúa- y 'Renacimiento' (Icaria, 2009), y las novelas 'Buscando batería' (Bartleby, 1999), 'La Hermogeníada' (Aladeriva, 2006) y 'Click' (Candaya, 2008) -con el que fue nombrado Nuevo Talento Fnac-.
Pues desde enero pueden añadir a su biblioteca 'Atractores extraños' (InÉditor, 2009), un libro en el que nos propone, como se puede leer en la solapa del libro, un inquietante acervo de historias donde lo mitológico y lo actual se dibujan con un mismo trazo; historias cuyos protagonistas son lo que han vivido otros, y sus palabras remiten a tiempos e historias propias y ajenas; intertextualidad e imaginación para contarnos el cuento de nuestro peculiar modo de ser.
El libro tiene relatos geniales como 'Sizigia', 'Sacrificio', 'Laura, desvelada' o 'Mnemosyne', pero hoy voy a dejar aquí el relato con el que se abre el libro
THE BABY AND THE SATELLITE
XLa furgoneta deja la autopista, avanza un par de kilómetros a través de una carretera comarcal y después gira a la derecha para tomar un camino de tierra. Finalmente se detiene junto a un campo de arroz. Yukio, el conductor, echa el freno de mano y deja el motor encendido. A través del parabrisas pueden verse los primeros rayos del amanecer. En el lateral de la furgoneta de color amarillo se lee en grandes caracteres rojos: FAST TRYP: RENT A CAR. Junto a las letras aparece el dibujo de un satélite tipo Sputnik.
-Qué os parece el sitio -dice Yukio.
-Muy bien -responde Makiko a su espalda, sentada en una de las dos filas de asientos de pasajeros del Mitsubishi.
-Como cualquier otro -añade Matsuo, sentado atrás junto a Makiko.
-¿Y a ti, Megume?
XMegume, en el asiento del copiloto, guarda silencio. Observa con detenimiento un par de garzas que picotean hundidas en el fango, apenas a un centenar de metros de la furgoneta.
-Aunque hubiese preferido una furgoneta de color azul. ¿Sabéis?, el azul es mi color favorito.
XYukio sale de la furgoneta, camina hasta la parte de atrás del Mitsubishi y abre la puerta trasera. Después de un par de minutos vuelve a cerrar la puerta y regresa al asiento del piloto.
-Listo –dice, girándose y sonriendo a los pasajeros.
Megume sigue absorta en la contemplación de las garzas.
-¿Durará mucho? -pregunta Matsuo.
-Quince minutos, más o menos -respondeYukio.
-¿Sabéis? -dice Makiko- Hoy es mi cumpleaños.
-Felicidades -gritan a coro los chicos.
-¿Por qué no pones algo de música? -pregunta Matsuo.
-De acuerdo, ¿qué preferís?
-No sé, cualquier cosa.
-¿Tienes ese CD de Micah P. Hinson? -pregunta Makiko-. Sería perfecto.
-Desde luego -dice Matsuo.
-Creo que está por aquí.
XYukio abre la guantera, saca un estuche de cedés y busca en su interior. Coge un disco y lo introduce en el reproductor. Suena la música.
-Qué bueno -dice Makiko.
-Perfecto -añade Matsuo.
Mientras tanto, Megume ha sacado el móvil y escribe un mensaje.
-¿Para quién es eso? -pregunta Yukio.
Megume guarda silencio.
-Para quién es eso, te digo.
-Para mi madre -responde Megume.
-No deberías hacerlo -dice Yukio.
Megume continúa pulsando las teclas del móvil.
-Habíamos decidido deshacernos de todos los aparatos -sigue Yukio-. Siempre tienes que joderlo todo.
-Déjala, Yukio, no es momento de discutir.
-Es fantástico -dice Makiko, concentrada en la música. Respira hondo.
-¿Es mejor hablar o guardar silencio? -pregunta Matsuo.
-Da lo mismo, creo -responde Yukio.
-Pues entonces prefiero seguir hablando.
XMegume guarda el móvil en su bolso. Un bolso tan grande que casi podría meterse dentro, con dos peluches colgando de las asas. Uno de Micky Mouse y otro de Pluto.
-¿Has acabado ya? Perfecto.
-Si queréis que os confiese una cosa. Yo os creía la pareja perfecta -dice Matsuo.
-Apenas hace dos horas que nos conocemos y te permites sacar conclusiones.
-Lo digo por el viaje, y después en el restaurante. Habéis pedido lo mismo. Vosotros dos, se os ve, hacéis buena pareja. ¿No crees, Makiko?
XMakiko está con los ojos cerrados, ausente, preocupada tan sólo de respirar profundamente. Megume mira otra vez por la ventanilla. Las garzas han desaparecido. Siente no haberlas visto levantar el vuelo. Lo siente de veras.
-Oye -dice Matsuo-, creo que deberíamos chocar las manos, darnos un beso. Algo así.
-Estoy de acuerdo -dice Yukio, tendiendo una mano a Matsuo.
-¿Qué tal un beso, Makiko?
-Bueno, siempre quise besar a un desconocido.
Se besan. Se ríen.
Yukio acerca su rostro al de Megume, que continúa mirando a través de la ventanilla.
-Por los viejos tiempos -dice Yukio.
Megume se vuelve, mira a Yukio durante un instante y se gira de nuevo.
-No debería haber rencor entre nosotros, no en este momento.
-No es rencor -dice Megume sin despegar la mirada de la ventanilla-. Sencillamente no me apetece.
-¿A qué te dedicas? -le pregunta Matsuo a Makiko.
-¿Qué importa eso?
-Me gustaría saberlo. Al fin y al cabo nos hemos besado.
Makiko sonríe.
-Soy cajera en un supermercado.
-¿Dónde?
-En Kobe.
-¿Y tú?
-Yo soy programador informático.
-Estupendo. ¿Y vosotros?
Yukio y Megume permanecen en silencio. Como si no hubiesen escuchado la pregunta.
-Soy profesora -dice finalmente Megume-. Niños de cuatro a diez años.
-¿Y tú, Yukio? -pregunta Matsuo.
-Tengo mi propia empresa -responde Yukio mirando el retrovisor.
Toses de Megume.
-¿Cuánto tiempo ha pasado? -pregunta Matsuo.
Yukio mira el reloj de la furgoneta.
-Cinco minutos.
-¿Sabéis? -dice Makiko-. Estoy encantada de haberos conocido. Aunque sea de este modo. Hace años que no me encontraba tan bien. No se me ocurre mejor manera de celebrar mi cumpleaños.
XMatsuo mira a Makiko intentando obtener algún tipo de deducción. Algo que explique su euforia. Luego tose, hasta cuatro veces.
-¿Y qué tal el negocio? -pregunta Matsuo cuando logra recuperarse.
Yukio mira a Matsuo a través del retrovisor.
-Mal. Los hombres son imbéciles. La especie es imbécil...
-Hasta el universo es imbécil -añade Matsuo.
-Ahí te equivocas. El universo es perfecto. El universo es lo que hay. Y eso está bien.
Se gira. Mira directamente a Matsuo.
-El mayor defecto del hombre consiste en que es un mal conductor de la realidad.
-Ya -dice Matsuo, sin convicción-. Es una buena teoría.
-No es una teoría. Es la realidad. Esta canción, por ejemplo.
Matsuo escucha en silencio, buscando una explicación a las palabras de Yukio.
-Es fantástica -insiste Makiko.
-Es una mierda -dice Yukio-. Una impostura. Una burda imitación de una situación real. La nuestra.
-Pues a mí me gusta.
Makiko no parece dispuesta a rendirse.
-Una prueba de tu carácter sentimental -añade Yukio; y tuerce los labios en una mueca sarcástica.
XMegume ha sacado mientras tanto un pequeño cuaderno del bolso y anota algo en él con un lápiz moteado de purpurina fucsia.
-¿Se puede saber qué coño haces? Quedó claro que no dejaríamos ninguna nota. ¿Te has empeñado en joderlo todo, o qué?
XMegume no se inmuta. Sigue moviendo el lápiz. De vez en cuando levanta la vista y observa el paisaje al otro lado de la ventanilla. Yukio acerca su cabeza al cuaderno y ve un dibujo. En él aparece el campo de arroz y el pico de lo que parece una garza.
-La pareja perfecta, lo que yo decía -dice Matsuo riendo. Ríe con ganas, exageradamente. Después tose.
-¿Problemas? -pregunta Makiko.
-No, estoy bien. Es el asma. Siempre tuve problemas para respirar.
-Sin embargo, para mí es como un pedo enorme. Siento que me adormezco.
-Intenta no dormirte. No me gustaría quedarme sin conversación -tose, de nuevo-. Supongo que es el momento de hacer lo que más nos gusta. A mí, hablar, desde luego. ¿Y a ti?
-Flipar, eso es lo que más me gusta. Y la música.
-Y a ti pintar, ¿no, Megume?
Megume continúa dibujando, en silencio.
-Lo hace sólo por fastidiar. Para no decir lo que piensa en realidad. Megume odia pintar. Siempre ha sido una pésima dibujante.
XMatsuo se coloca al borde del asiento y estira la cabeza para mirar el dibujo de Megume.
-Eh, qué se supone que son esos bichos, ¿cigüeñas?
-Garzas, son garzas -dice Megume.
-Parece que Yukio tiene razón. Somos pésimos conductores de la realidad.
XMatsuo vuelve a tumbarse sobre el asiento. Makiko tararea la letra de la canción. Repite the dream you left behind, the dream you left behind mientras de sus ojos brota un torrente de lágrimas.
-¿Triste? -pregunta Matsuo.
-No, simplemente escuecen -dice, llevándose la mano a los ojos.
XEn la parte de delante de la furgoneta tose Yukio. Tan fuerte que casi acaba golpeando con la cabeza el salpicadero.
-Ya queda menos -dice Matsuo. Y tose él también-. Oye, todavía no me has dicho qué es lo que más te gusta hacer.
Yukio mete primera y acelera a fondo sin levantar el pie del embrague.
-Exprimir al máximo un coche.
-¡Uao!, como en una disco -grita Makiko. Y agita la mano como si espantase un insecto molesto.
-Eh, vale tío, no es necesario que precipites las cosas.
Yukio levanta el pie del acelerador y vuelve a poner el punto muerto.
-Era sólo una broma.
XMakiko se ha ido acercando poco a poco. Ahora agarra a Matsuo por la cintura mientras sus ojos siguen llenos de lágrimas. Tose. Wasted away... Tararea. Tose. Tararea.
El lápiz de Megume se ha detenido sobre el bloc de notas.
-Y vosotros -tose-. Me gustaría saber... -tose-. Por qué hacéis esto. ¿Estuvisteis de acuerdo? ¿Convenciste a Megume?
Yukio mira a Megume. El lápiz se ha deslizado de su mano abierta y ha ido a parar a la alfombrilla. Su cabeza descansa apoyada contra el cristal de la ventanilla. Echa un vistazo al cuaderno. Faltan las patas de las garzas, que parecen flotar sobre el arrozal. Después se gira y se inclina para evitar el reposacabezas.
-Otra vez te equivocas. Fue ella la que me lo propuso -dice mientras intenta detener la tos con un puño cerrado sobre la boca.
XMatsuo quiere decir algo, pero la tos ahoga las palabras en su garganta. Yukio extiende el brazo en silencio y coge en su mano la de Megume. A su espalda escucha la tos ininterrumpida de Matsuo, que acaba en una especie de ahogo. A través del retrovisor ve al chico agazapado junto al cuerpo de Makiko. Una imagen que acaba empañada por el humo y las lágrimas. Lo último que escucha es el pitido del móvil de Megume. Alguien acaba de mandar un mensaje.