En lo que respecta a Atrapado por su pasado, podría decir sin riesgo a caer en el error, que junto a Reservoir Dogs y Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1991 y 1994) o Muerte entre las flores (Joel Coen, 1990), configura el póker de ases del cine negro americano de las dos décadas pasadas; y la mejor película en toda la filmografía del director.
En este caso un narcotraficante puertorriqueño, Carlito Brigante (Al Pacino) es condenado en 1970 a treinta años de cárcel por tráfico de drogas, sin embargo su buena conducta y la falta de pruebas que avalen la condena, provocan que el juez determine su puesta en libertad tan sólo cinco años después. Tras su salida de la cárcel nada le resulta familiar: entorno, negocios y acólitos, son un mundo ajeno que ha quedado en el olvido. Al regresar en el Harlem neoyorquino; la gente lo aclama, respeta y recibe con honores, el gran hombre está de vuelta y, creen que va a exigir su parte del pastel. Pero Carlito no es el mismo, quiere vivir otra vida, montar una agencia de alquiler de coches y huir de sus propios demonios, suyos son otros intereses y una moralidad ya bien distinta; aunque antes y sin alternativa, ha de luchar contra la herencia de su pasado.
Todos quieren tocarte los cojones, Carlito: "Malditos críos, mueven un par de papelinas y se creen los amos del negocio. ¿Se enriquecen mientras estoy en la cárcel y ahora he de respetarlos? Que les jodan"
No obstante, sin discusión cada uno de los personajes tienen su cuota de responsabilidad : el amoral e hipócrita abogado cocainómano David Kleinfeld (Sean Penn) que ensucia a Brigante con su sola presencia, Pachanga (Luis Guzmán) y la desmedida codicia que dibujan su persona, la sangre nueva que persigue verlo caer, en este caso el joven mafioso latino del Bronx, Benny Blanco (John Leguizamo) o el aroma pestilente de antiguas amistades, en la piel de Viggo Mortessen; completan un reparto que menos la tibia Penélope Ann Miller como Gail( novia de Carlito) resulta a todas luces excepcional.
En definitiva se trata de una joya del cine negro actual, repleta de escenas espectaculares como la sensacional persecución y tiroteo en la estación central de Nueva York, deudora de la mítica El acorazado Potemkin (Sergei M. Eisenstein, 1925), reflejo último de las dotes interpretativas de un inmenso Pacino y clara reminiscencia a tiempos mejores que el séptimo arte de vez en cuando, nos suele regalar. Merece la pena verla, se lo aseguro no se van a arrepentir.
Escena citada. La música, acción y trepidante persecución son simplemente espectaculares.