Y es que el argumento, es muy simple, la típica historia de invasión alienígena, pero esta vez, con un giro muy sorprendente y agradable: la acción transcurre en un barrio marginal de Lóndres, y en concreto en uno de sus ruinosos edificios, cargados de pandilleros, drogadictos, y de gente sin posibilidades económicas.
La recreación del escenario, es lo que más me ha gustado de la película: el bloque, el edificio, un verdadero laberinto, lleno de sorpresas detrás de cada puerta, y no precisamente por culpa de los monstruos, sino por la multitud de posibilidades y personajes que la pueblan. Los efectos especiales, son escasos, y se limitan prácticamente a los aliens, muy bien trabajados, y con un punto de lo desconocido que le da vidilla a la película.
Los protagonistas, son para mi completos desconocidos, pero hacen muy bien su papel. Entre ellos, y como una breve interpretación, está Nick Frost, el eterno acompañante de Simon Pegg, y que junto a Edgar Wrigth, y el propio Joe Cornish, son de lo mejor que ha salido del Reino Unido en cuanto a comedia y parodia últimamente.