Muy poco tiempo después (póstumamente: no estuvo convidada a su postrero gran éxito) fue nominada, ganó Mary Pickford, al Oscar a la mejor actriz por su papel en "The letter" del debutante de pomposo nombre Jean de Limur (dialogada por Monta Bell), que también aparece como director de su última película, "Jealousy".
Se llamaba Amelia o tal vez Eugenia y cuentan que se hizo pasar por exótica española (con ascendencia irlandesa y esto sí parece cierto) apellidándose Aguilar pero luego decidió "traducir" y cambiar de lugar una letra de ese nuevo apellido, en irónica metáfora de lo que sería su carrera, siempre persiguiendo la gloria con tanto ahínco como desbarajuste.No, la vida de Jeanne Eagels no fue una aventura que muchos quisieran haber vivido.
Ni con Quine ni con Karlson, Hitchcock, Preminger, Wilder o Aldrich, todos ellos (algunos a millas, otros a años luz de distancia) mejores directores que Sidney para mi gusto, estuvo más involucrada y más hermosa Kim. Quizá sí resultó más misteriosa o más deseable, pero nunca sintió e hizo sentir tan emocionante y cercanamente una historia.Esas mencionadas inexactitudes y tergiversaciones sobre la vida de la malograda actriz, sumadas a la etiqueta de "miscast" que lleva a cuestas Jeff Chandler (un actor con un físico tan peculiar que para muchos nunca parece estar adecuado, salvo cuando hace de indio ¡que es precisamente lo que no era!) han condenado la reputación de "Jeanne Eagels", sobre todo desde que desapareció de circulación y se ha hecho más difícil comprobar cuánto han perjudicado al film las elecciones y soluciones por las que se optaron.Bien, será un poco tarde para decirlo, pero "Jeanne Eagels" es una gran película sobre los peajes de la ambición y el éxito.
Siempre a la distancia más apropiada, dotando de veracidad y lógica a ambientes y situaciones, George Sidney consigue resultar buena parte del metraje más cercano que nunca al maestro Henry King.Resulta revelador constatar que son las partes pausadas y de transición entre los sucesos significativos de la historia las que resultan más impresionantes, precisamente por lo que Sidney, consciente de lo exuberante de la performance ejecutada por su actriz, no hace - en un efecto puramente bergmaniano y de paso contradiciendo a quienes se autoproclaman como afines al cine del sueco y no advierten esa integración en un espacio -: fragmentar (ni apremiar de ninguna otra manera) buscando que advirtamos antes y mejor lo que se quiere comunicar, elevar el tono para subrayar las palabras o las miradas, plantear los conflictos y las soluciones casi al mismo tiempo ni escrutar gratuitamente cada centímetro cuadrado de la silueta de Kim.
Y es ahí donde el film podía haber virado hacia mayores audacias. Ya que se hace una variación sobre una historia conocida, ¿por qué no contar sólo la mitad como hizo Alexandre Astruc en "Une vie" sobre Maupassant? o ya que se tiene a Chandler en un papel tan poco agradecido (un feriante tosco, celoso, malhadado, que hasta cuando sale abrazándola apasionadamente a ella en el cartel del film, lo hace vistiendo un pantalón de pijama), ¿por qué no apretar las tuercas de esa relación casi animal que surge entre ellos?
Como detalle bonito y curioso, decir que en una escena de rodaje de un film mudo de Jeanne (y con la velocidad de los fotogramas tocada cuando vemos lo que sucede delante de la cámara), aparecen los hemanos Borzage en plena acción.