Esperanza, a punto de cumplir los noventa años, mantiene una permanente y encomiable sonrisa mientras, flanqueada por el juez Baltasar Garzón y el periodista Jesús M. Santos autor del libro de su vida y que nos ha traído hasta ahí, nos confiesa que ella, a pesar de su dolorosa y hasta cruel vida , ha sido feliz.
Coge de la mano al juez y le besa, como una madre al hijo que le han arrancado, cuando éste dice que vale la pena "dedicarse a la justicia y llevarla más allá del país cuando los crímenes contra la humanidad y la violación de los derechos, entre ellos la propia vida, es flagrante ". "Conocer a Esperanza y a las madres de mayo reclamando a sus hijos desaparceidos me cambió la vida...:No es posible sufrir tanto y mantener la dignidad...la justicia en este caso es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por ella..."
Luego , Esperanza , nos dice que es injusto "lo que están haciendo con el juez, que no debemos consentirlo, que es una persona buena" y, sin perder la sonrisa, nos cuenta como la recibió hace treinta y cinco años con una sonrisa y palabras amables interesándose por su caso. Y como un periodista, Jesús M. Santos, guardó entonces en su memoria la historia de esta mujer fuerte y luchadora para contárnosla hoy, siete lustros después.
Y viéndolos y oyéndolos en ese auditorio creí ver un resquicio de optimismo , una luz en las tinieblas y hasta unas campanas tañir entre la densa niebla en el mar donde algunos se empeñan en que naveguemos.
Claro que en medio de ese buen juez y de ese buen periodista había una gran mujer que me hizo sentir que todavía hay "Esperanza" por recuperar un mundo mejor. Ayer parecía fácil: Solo basta luchar tenazmente con una amplia sonrisa. !Qué fácil!.y que ejemplo. Me siento mejor.