La música esta a un volumen casi ensordecedor, las palabras sonaban en murmullo indescifrable y el camarero seguía odiándome. Cualquier otra noche, lo hubiera ignorado, pero tal vez por la cercanía en el tiempo de los exámenes estaba irascible en exceso y no puede reprimir unos cuantos insultos, caro está, después de tener mi copa en la mano. Fuimos avanzando entre la gente, haciéndonos sitio entre empujones tratando de evitar derramar nuestras bebidas, intentando encontrar un lugar menos poblado. En el centro de la pequeña pista rectangular, se abría un gran hueco. Casi por inercia nos colamos hasta la primera fila para comprobar lo que causaba tal expectación. En medio de tanta gente, estaba una chica morena, de piel extremadamente pálida y una minúscula falda que apenas si lograba alcanzar sus muslos. Aparentaba alrededor de veinte años y parecía estar acostumbrada a provocar aquella actitud entre la gente.- ¿Quién es?- Se llama Ana, de profesión niña de papá.Hugo siempre ha sido un tanto cotilla y normalmente está al tanto de todo lo que le sucede a todo el mundo. Cuando se le pregunta por alguien, suele tener bastante información y la cuenta. Si no sabe nada o si conoce poco de la persona por la que es interrogado, suele salir con frases que aluden a la imagen que aparenta. No debía conocer mucho a Ana y tal vez por eso la calificó de niña de papá. Nunca he conocido con exactitud el límite entre ser niño de papáy ser solamente un poco consentido, pero en cualquier caso, supongo que si algún día tengo hijos, los malcriaré todo lo que pueda. Ana se movía con total naturalidad, bailando para ella misma, como si no existiera nadie más, convirtiendo las decenas de ojos en un elemento decorativo más. Miré a un lado u otro del círculo, perfectamente marcado, como si todos estuviéramos al borde de una infranqueable línea. Algunos hablaban entre sí, sin apartar la vista de ella, otros, los más, simplemente contemplaban casi boquiabiertos el espectáculo.Durante unos instantes, ella dejó de mirar al infinito, para fijarse en alguno de los rostros que la contemplaban. Volvió a hacerlo repetidas veces, en todas las direcciones, como si estuviera buscando a alguien, aunque sin saber dónde estaba o siquiera si estaría entre nosotros. Su vista en su recorrido, se paró en mi. Después de fijarse de nuevo en un punto que estaba fuera del alcance de cualquiera de nosotros, volvió a posar sobre mí su mirada. En ese momento, no pude distinguir el color, pero sus ojos, claros en cualquier caso, despedían un brillo especial, que estaba acorde con la belleza del resto de su cuerpo. Dejó de moverse y se encaminó hacia el lugar en el que estábamos Hugo y yo. A nuestra espalda, estaba la barra y por inercia me aparté, abriendo la puerta a un pasillo que comenzaba en mi. Siguió andando, marcando el balanceo de sus caderas. Se paró ante mi y un susurro salió de sus labios mientras me cogía la mano.- Baila conmigo.Quise oponerme, pero las piernas parecían no tener comunicación con mi cerebro y siguieron las suyas. Al llegar al centro del círculo, la atención de todos pasé a ser yo. Oía voces de fondo que preguntaban quién era, si nos conocíamos de algo, porqué me había escogido a mi... Pasaron varios minutos hasta que logré sacudirme la timidez y comencé a seguir, lo mejor que pude, sus movimientos frenéticos. No sé cuanto tiempo estuvimos bailando en medio de aquel círculo invisible, que poco a poco, se fue deshaciendo. Perdí la noción del tiempo, de dónde estaba e incluso de quienes éramos. También había perdido de vista Hugo. Hubo un momento en el que el cansancio casi me impedía seguir bailando e incluso, parar. Tenía miedo de caerme si lo intentaba. En medio del mareo, provocado por una incipiente borrachera y tanto movimiento, nos acercamos a la barra y tomamos una copa. La penúltimadijo Ana, la última es en mi casaLa noche terminó al amanecer, cuando ya no podíamos sacar más energía de nuestros cuerpos, entre intentos desesperados de prolongar un instante más el momento. Varias horas después, volví a sentir la luz del día que me hizo despertar. Junto a mí, seguía dormida Ana. En sueños, su belleza era aún mayor que despierta, era ese tipo de mujer que colma los sueños de cualquiera. Aparté el pelo de su cara y la caricia hizo que se despertara. Abrió sus ojos aún somnolientos, de un verde inolvidable, su rostro, se iluminó con una sonrisa.- ¿Sabes? aunque no lo creas, para mi ha sido la primera vez.- Para mí también.- Me he sentido mejor que nunca... - sonrió de nuevo, dejando un intervalo en el que seguramente esperaba oír una respuesta similar de mis labios, que no fui capaz de utilizar -. Aún no sé tu nombre.- Raquel, me llamo Raquel.