Perdonen si les extraña esta entrada, lejos de lo que suele ser habitual en esta bitácora. Pero hoy me siento contento, muy contento. Y la razón es clara. El Atlético de Madrid es campeón de la Liga Europea.
Nadie puede explicar racionalmente ciertas cosas. Ser de un club de fútbol es una de ellas. A mí, que quién me conoce me acusa de ser excesivamente racional, reconozco que tengo un punto débil. Soy del atlético.
A pesar de que cada vez veo menos el fútbol, de que cada vez más, me doy cuenta de cómo utilizan los poderosos esta afición para manipular a las masas, para hacerlas olvidar las cosas importantes, aunque sé que ya dejó de ser un deporte hace mucho, para ser un espectáculo especulador donde el dinero manda. No lo puedo evitar.
No sigo mucho el fútbol, aunque me gusta, me repatea su mercantilismo. Sólo veo algunos partidos importantes. Pero, sin embargo –no me pidan que explique el porqué—, me siento del atlético, desde que tengo uso de razón, a pesar de que en mi familia todos eran del Madrid o, a lo mejor, por eso. Siempre se me ha dado bien llevar la contraria y alinearme con los débiles.
Sé que la relevancia que tiene en nuestra vida es mínima, con la que está cayendo. No, no soy ningún forofo, no soy socio, no voy al Calderón desde hace décadas. Da igual. Cuando me entero de algún resultado del atlético no puedo evitar que, para bien o para mal –siendo de este equipo, suele ser para mal—, me afecte.
Así es que vivo con esta cruz, con este carga que de vez en cuando, como hoy, me hace sentirme contento, satisfecho, feliz. Es un sentimiento que no quiero ni puedo rechazar.
Tenía una cita con Marcos Ana, y dar un abrazo a este hombre era más prioritario. He visto sólo la segunda parte, y cómo la he sufrido. No, no he ido a Neptuno, no llego a tanto. Permanezco en un plano secundario, probablemente llevado por mi racionalismo, pero, sin histeria, me emociona. Para mí, que hace tiempo que ni canas peino, éste es un momento de alegría, y por eso lo comparto.
A los seguidores del atlético, mi enhorabuena –de vez en cuando el pupas nos da alegrías—, y aquí les dejo, con los himnos de hoy y de siempre: