El sol dispone de una atmósfera llamada corona solar. Esta está en movimiento, es una especie de plasma, la superficie del sol está muy agitada y se producen múltiples reacciones y erupciones. Por lo tanto el sol desprende multitud de partículas al espacio en forma de radiación, lo que es a veces conocido como viento solar. La tierra a su vez dispone de un campo electromagnético que entre otras cosas le protege de este tipo de radiaciones. Si no dispusiese de este campo la vida no sería posible en nuestro planeta. Cuando las partículas aceleradas a una gran velocidad provenientes de nuestra estrella entran en contacto con el campo magnético son desviadas.
Eventualmente algunas de estas partículas impactan contra las moléculas de las zonas altas de la atmósfera. Cuando lo hacen le transmiten su energía haciendo a su vez que los átomos de esas moléculas se exciten y liberen energía. Esta energía se libera en forma de luz y este es el espectacular efecto que vemos cuando observamos las auroras boreales.
Los diferentes colores que se pueden observar dependen del átomo que haya sido excitado. Por ejemplo el oxígeno al recibir radiación emite una luz de color verde. Mientras que el nitrógeno puede emitir en la frecuencia del azul o el rojo.