Auster inventa cuatro vidas diferentes para Archie, cuatro caminos hacia la vida adulta que diferirán a partir de ligeras diferencias en sus elecciones de estudio y profesionales, la marcha del matrimonio de sus padres, su relación con Amy y amigos o eventuales circunstancias no controlables. En realidad hablamos de cuatro novelas distintas, que avanzan cronológicamente pero que se nos cuentan transversalmente, repartidas en siete episodios por vida: al primer capítulo de la vida 1 sigue el primero de la vida 2, el de la 3 y el de la 4; pasamos luego al segundo de la vida 1 y así sucesivamente. Esta decisión del escritor nos exige recordar casi treinta veces dónde nos habíamos quedado. Leer la novela longitudinalmente hasta completar cada historia es más sencillo y las ventajas compensan la ínfima pérdida del efecto que produce la singular estructura (alguna sorpresa y poco más).
Resulta excesivo recurrir a cuatro novelas en una para demostrar lo que puede cambiar todo a partir de detalles. Aparte de mostrar un enorme trabajo imaginativo, no se justifica lo suficiente para desarrollar al personaje. Y está el peligro colateral de dejar de manifiesto lo mucho que el lector está siempre en manos del autor, cosa de la que conviene olvidarse desde el primer párrafo de una novela, que debe atraparnos por la verosimilitud de una buena historia.
Este tour de force narrativo viene tras siete años de sequía imaginativa. Los seguidores del escritor norteamericano no encontrarán asuntos nuevos no tocados por él ya antes, como la familia y la relación con los padres, el amor y la sexualidad, el judaísmo y la relación con Dios, el deporte, la escritura y el carácter norteamericano. La historia social y política de los Estados Unidos está muy presente a lo largo del texto: la cruzada anticomunista y las intervenciones en el exterior, el racismo, las muertes de Kennedy y de Luther King o Vietnam.
El personaje es de entrada interesante. En los cuatro casos Ferguson es un joven de grandes cualidades, destacado deportista, con preocupación social y política y con vocación hacia la escritura. No era frecuente en el autor, pero esta vez Auster está más interesado que nunca en mostrar con detalles la activa vida sexual de su protagonista, especialmente en la vida 3, donde se detallan frecuentes encuentros con otros hombres.
Se abordan temas interesantes como la riqueza y la dedicación al trabajo y su relación con la vida familiar; la importancia de la lealtad a los lazos de la sangre o de la amistad o de la patria; cómo podemos hablar con Dios; o qué ocurre cuando el amor se convierte sobre todo en un deporte de contacto más. Se habla con interés de la pena de muerte, del cine, de la ambición o de la irresponsabilidad materialista de cierta vida americana. El libro tiene un sibilino fondo de relativismo que sugiere que las cosas no tienen un valor en si. Se muestra la vida como una sucesión de besos y puñetazos, derivados a veces por un mismo hecho,
Auster, como en sus mejores novelas, muestra una fértil imaginación y un detallado conocimiento del terreno que pisa, hable de París, de la universidad americana o del béisbol. Hace agua sin embargo, y más estrepitosamente que en otras ocasiones, en cuestiones más fundamentales como la trascendencia, la familia y la sexualidad.