Australia: un enorme presidio

Por Cayetano

Camisa de presidiario. Hacia 1840.  Museos Vivos Sydney, fotografía de Alex Kershaw. Imagen tomada de aquí.  Era por mayo de 1787. El capitán Arthur Phillip, oficial de la marina británica, lleva a cabo una misión especial encomendada por Lord Sydney, Ministro del Interior: establecer una colonia de presidiarios en Australia. Ese día abandona el puerto de Portsmouth, al sur de Inglaterra, con una flota de once barcos llena de convictos, en total, 772, si bien perecieron durante el viaje 40 personas.  Las condiciones de salubridad durante la travesía dejaban mucho que desear. En las inmundas bodegas de los barcos se hacinaban los reclusos, encadenados unos con otros, y la humedad y las enfermedades se cobraban numerosas víctimas. Disentería, fiebres, infecciones por las heridas de los grilletes y escorbuto, eran las principales causas de muerte. Algunos habían fallecido por el tifus antes de zarpar porque llevaban semanas confinados en los barcos- prisión.  Pero al final los barcos fueron llegando a su destino.  Esta fue la primera colonia de ex presidiarios que se estableció en Australia. Luego vinieron otras.  A decir verdad, en aquellos tiempos, Londres era una ciudad superpoblada, con una altísima tasa de delincuencia, una ciudad muy insegura sobre todo desde el crepúsculo hasta que salía el sol. Sobraba gente y en especial sobraban hampones. El desempleo, el alcoholismo y el crimen eran moneda corriente. Los legisladores querían aplicar medidas ejemplarizantes que no consistieran exclusivamente en la pena capital para detener la ola de delincuencia y una de ellas era la de exportar a los convictos a las colonias.  Y así fue como en algo menos de un siglo más de 160.000 presos fueron deportados en dirección a Australia. Los problemas de adaptación fueron muchos, también el tema de las enfermedades. En relación con los nativos del lugar, el capitán Phillip amenazó con la horca a todo aquel que se le ocurriera matar a algún aborigen. Aun así el impacto entre la población autóctona fue importante y ésta descendió considerablemente debido sobre todo a las enfermedades infecciosas y a los reasentamientos forzosos por el avance de los colonizadores.  Y así comenzó la historia de un país poblado por blancos anglosajones.  Tener una colonia a mano era un buen recurso entonces para quitarse gente problemática de en medio.  Llama poderosamente la atención que un país hoy tan próspero y civilizado haya tenido esos orígenes. Aproximadamente, un 20% de los habitantes actuales son descendientes de convictos. Siempre me he preguntado qué pensarán los australianos de sus antepasados. Muchos han recurrido a crear una imagen positiva e idealizada de sus ancestros. En vez de hampones o delincuentes, activistas políticos perseguidos por sus ideas o gente necesitada que se tenía que buscar la vida. Muchos se consuelan pensando que aquéllos eran unos tiempos muy duros para casi todos y que era tremendamente fácil tener un encontronazo con la justicia. De alguna manera están orgullosos o se sienten deudores de aquellos hombres y mujeres que iniciaron un nueva vida lejos de Inglaterra... eso sí, a la fuerza.