Autocontrol

Por Cabre

Te cae un rayo y no gritas de dolor, aprietas los dientes y cierras los puños hasta que se te ponen los nudillos blancos aguantándote las ganas de quejarte por sufrir una parada cardiorrespiratoria.

Morir mueres, tu cuerpo ha sido atravesado por mil millones de vatios de electricidad y no eres uno de esos afortunados que consiguen superpoderes cuando sufren un accidente mortal, tú solo mueres.
Así de anodino eres.

Mueres y vas al cielo; el concepto cristiano del Cielo (en mayúsculas) con sus puertas doradas y sus ángeles arpistas resulta sea real pero solo alcanzable por aquellos que mueren por impacto de un rayo.
Y ahí estás, con tu túnica blanca y tu aureola dorada rodeado de desconocidos que huelen a pan tostado.

Joder, que se accidental, que lo de ir al Cielo sea un acto natural al recibir un rayo y que no tenga nada que ver con la voluntad de Dios, de San Pedro ni de ningún doctor de la Iglesia.
Dios muy sorprendido por la llegada de visitas humeantes, el Cielo lleno de árboles requemados y antenas que un día servían para recibir televisión de pago y al día siguiente de pronto no estaban.


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