La Devoradora de Almas es una historia que trata más sobre el amor, la pérdida y la traición que sobre alquimia. Esta forma parte del ambiente, igual que el desierto o las castas, pero no es el tema predominante.
Todo el argumento gira en torno a los complots familiares en una sociedad donde el conocimiento es poder, y el poder lo es todo. Miembros de una misma familia se intentan eliminar unos a otros para conseguir el mayor conocimiento posible.
La primera mitad de la novela tiene un ritmo ligero, relajado; es el desarrollo de la amistad y el romance entre dos personas que no deberían ni conocerse, pero en el trasfondo vemos amenazas veladas que van creciendo. No obstante, al igual que los protagonistas, no somos conscientes de la gravedad de la situación hasta que Drakkar, el padre de Arjeryth, se ve obligado a llevar a cabo un experimento muy drástico.
Después de eso la huida se alarga durante unos pocos capítulos, y llega el punto de inflexión. Para mí, lo mejor de la novela empieza entonces, hacia la mitad, cuando Arje se planta y decide que va a construir un hogar de verdad, un hogar unificado y pacífico, para Malêk. Y empieza la conquista de todos los territorios de Riah-Nie.
Para mí, lo mejor de la novela son los personajes: son complejos y completos, y cada uno tiene sus motivaciones. Drakkar, al que tengo un gran cariño, es un hombre que nunca deja de pensar, de trabajar y estudiar para proteger a una familia que no lo merece, pero sobre todo para cuidar a su única hija, por la que haría (y hace) cualquier cosa.
Arjeryth es una niña que va creciendo amparada en el cuidado de su padre, y se ve lanzada a un mundo que resulta ser muy, muy hostil... pero se sabe adaptar a él sin perder su bondad, aunque sus circunstancias sean de todo menos amigables.
En cuanto a Malêk, podría decirse que es un don nadie venido a más. Para él, el amor de Arjeryth es un milagro que no esperaba, y está dispuesto a todo por cuidar de ella. Hay que ver los límites a los que llega por ella: sigue luchando, sigue sonriendo, hasta su mismísimo último aliento.
Y creo que la pequeña Isshi merece una mención especial. Es un personaje secundario en el que ahondamos poco, pero ya se atisba su gran capacidad para amar, para perdonar. Los devoradores, en general, me resultan espeluznantes y a la vez adorables.
5/5 estrellasUna historia sobre el crecimiento