Recién Nombrado como Estrella Emergente, Ricky Rubio (El Masnou, 1990) se comportó como una estrella sin medias tintas, como una Estrella de Relumbrón curtida en grandes escenarios tanto para lo bueno y para lo malo. Ricky le dio al Barça esa tranquilidad y ese nervio que necesitaba ante un rival tan duro de roer como es el CSKA de Moscú pese a sus fugas, empezando por la de Ettore Messina al Madrid, pero que no ha perdido su ADN de luchador. Los azulgrana agradecieron el buen criterio de Ricky, autor de tantos puntos como Juan Carlos Navarro (10) y que repartió hasta ocho asistencias para ganar por 64-54 y plantarse en la final de la Euroliga, algo que no lograba desde 2003, cuando levantó en el Palau Sant Jordi su único título en la máxima competición y también superó al CSKA, que le había ganado en sus dos últimas comparecencias. El Barça opositará por el título contra el vencedor del Partizán-Olympiacos.
“Hemos tenido que dejar de lado el espectáculo y ser más efectivos”, resolvió Ricky para TV3. Un análisis para explicar que el Barça no pudo desarrollar su juego, hasta cierto punto arrollador, que ha ofrecido durante casi todo el año y tuvo que mostrar su versión más jornalera, como ya le sucedió en los dos primeros cruces en la Copa del Rey. Desde el ecuador del segundo cuarto siempre estuvieron por delante los azulgrana y siempre encontraron respuesta en un CSKA liderado otra vez por Ramunas Siskauskas (19 puntos). El héroe para el conjunto moscovita el año pasado en un último cuarto colosal con 13 tantos casi consecutivos sólo pudo contribuir esta vez con seis en ese período, los tres últimos, de triple a falta de 38 segundos y después de dos tiros de tres certeros de Erazem Lorbek, a 1m 15s, y Ricky, a 45m 03s. Joan Laporta se levantaba eufórico. El presidente azulgrana, tan pendiente como siempre de la sección, había llegado al partido desde el mismo aeropuerto de París con tan sólo un par de minutos de margen.
Imán para los rebotes
Si Laporta no hubiese llegado puntual se hubiera perdido la difícil comparecencia de los azulgrana, que empezaron encogidos, con dudas, nervios y muy pocas soluciones ante una defensa moscovita generosa poblada de jugadores atléticos predispuestos a pelear cualquier pelota. El CSKA, el equipo del ejército ruso, tenía un verdadero imán para capturar rebotes y a los 4m 30s ya había capturado once, cinco de ellos ofensivos. El conjunto de Eugeny Pasutin hacía daño en la zona, teóricamente donde era inferior, y no jugaba abierto buscando el triple, pues presentaba el mejor porcentaje de la competición y le sobran tiradores, llámense Trajan Langdon (12) y JR Holden (siete).
Para suerte del Barça el CSKA no tradujo su superioridad en un marcador importante (2-9 a los 2m 9s) y Xavi Pascual instó a sus hombres a tranquilizarse. Tranquilidad, esa divina palabra tan fácil de pronunciar y tan complicada de llevar a cabo. Un mensaje que captaron los azulgrana, que se olvidaron de ser el equipo desnortado e histérico del principio (falló siete de sus primeros lanzamientos, 0/5 en triples) y celebraron, por fin, su primera canasta en juego a los 5m 08s. La logró Pete Mickeal, la pieza que le faltó al Barça el año pasado para contener a Siskauskas y esta vez el jugador que desatascó a su equipo con seis puntos consecutivos y llevando al lituano al banquillo con dos personales. Funcionaba Mickeal y empezó a carburar Ricky y con él, como buen base, el resto del equipo. Como Fran Vázquez (11 puntos), que machacó para volver a poner a su equipo por delante al final del primer cuarto (12-11) tras el anecdótico 2-0 inicial. Justo después llegaría el primer triple de los azulgrana, de Jaka Lakovic, a los 10m 38s.
Siskauskas y la NBA
Con Siskauskas de nuevo en pista se recuperó el CSKA, que nunca abandonó ese espíritu y confianza que tiene ya vaya por delante como por detrás. Pero el 17-19 a los 14m 22 con un reverso de la estrella lituana que nunca quiso jugar en la NBA para no ser carne de banquillo fue la última renta para el conjunto de Pasutin, presente en las cuatro últimas finales y campeón en dos de esas comparecencias (2006 y 2008). La entrada de Ricky por Lakovic y de Boniface Ndong por Vázquez revolucionó al Barça, vencedor al descanso por 29-21 con siete puntos del senegalés y la clarividencia y genialidad del base. Navarro por fin anotaría sus tres primeros puntos.
De tú a tú jugaron ambos equipos en el inicio de la segunda parte. Langdon y Holden acercaron 33-29 (a los 22m 03s) al CSKA, que no notó que su mejor defensor –y por extensión de la competición– Víctor Khryapa (2/7, cuatro) cometiese la cuarta personal. Su testigo lo cogió Siskauskas. Pero los azulgrana no se dejaron intimidar y Ricky dirigió a su antojo el encuentro para que Roger Grimau, Ndong y Navarro tradujesen ese concierto en puntos (47-41).
No desistió el CSKA y perseveró el Barça, pero volvieron los nervios. Algo que no entiende Terence Morris, apodado “el hombre tranquilo” por el periodista Jordi Robirosa. Pues eso, tranquilo rebañó varios rebotes que impidieron canastas fáciles del CSKA, que incomprensiblemente dio demasiada responsabilidad a un secundario como Anton Ponkrashov, que erró situaciones cómicas y que tiene una dinámica de tiro libre digna de gag. Así, los primeros cuatro minutos y medio del último cuarto se resolvieron con un parcial de 2-5 y 49-46 en el marcador. “No nos volvamos locos”, recomendó Pascual. Y otra vez, sus jugadores le hicieron caso y a pesar de la insistencia de Siskauskas o Khryapa, que aguantó con sus cuatro personales, supo mantenerse por delante. Siempre con Ricky como director. A la Estrella Emergente le salió un concierto redondo. Ahora espera rival: Olympiacos o Partizán. “No hemos dejado de ser el equipo que hemos sido todo el año”, zanjó el protagonista.