En primer lugar, porque no me fío en absoluto de tales certezas ni de las promesas. Las profieren expertos en ocultar sus verdaderas intenciones y hasta de postergar acciones con tal de priorizar un interés partidista al bien general. Fue, justamente, lo que hizo el Gobierno con los primeros Presupuestos del Estado de la legislatura, que se demoraron hasta la celebración de las elecciones autonómicas en Andalucía porque convenía a la estrategia electoral del partido que gobierna el país. Si, de entrada, anteponen lo “suyo” a lo de todos: mal empezamos. Eso no es andar recto.
Como tampoco es andar recto que todas las medidas adoptadas hayan supuesto un aumento del paro en contra de lo prometido. Por mucho que lo achaquen a la “herencia recibida”, alguna responsabilidad tendrán que admitir de los efectos provocados con sus iniciativas en el mercado laboral, en el aumento de las contrataciones temporales en detrimento de las indefinidas, en el abandono del convenio colectivo para la negociación sectorial y en la potestad omnímoda otorgada a la patronal para “ajustar” plantillas a precio de saldo o reducir unilateralmente las retribuciones salariales de sus trabajadores si estiman no ya pérdidas sino simplemente un estancamiento de los beneficios. Es posible que muchas empresas comiencen a sentir la esperada recuperación de la actividad, pero la mayoría de sus empleados no pueden compartirla ni disfrutarla. Antes al contrario, se le exige mayores sacrificios en aras de una “luz” que sólo vislumbra el Gobierno e ilumina a los grandes directivos.
Puede, también, que fluya el dinero, pero no hacia quién lo pide prestado. La “sequía” de créditos y la falta de liquidez del mercado financiero, motivos por los que el Gobierno concedió ingentes ayudas a los bancos y determinaron el “rescate” que Bruselas impuso a España a cambio de condiciones severas en la contención del “gasto” (desmantelamiento del Estado de bienestar), probablemente estén siendo solventados, permitiendo la recuperación de los damnificados, todos ellos pertenecientes a la fuerza del Capital. Pero no trasladan ningún alivio a las familias ni a las pequeñas y medianas empresas, que siguen sufriendo la escasez del crédito y dificultades para la financiación de su actividad. Es una consecuencia injusta. Lo que se detrae del “gasto” en la provisión de servicios públicos, restándolo de la atención de las necesidades de una población que nada tiene ver con la crisis, se presta generosamente a unas entidades privadas cuya insolvencia, ambición o mala gestión contribuyeron, en buena medida, a la generación de la crisis económica. Es hiriente que gran parte del dinero público prestado sea a fondo perdido, por lo que correrá a cuenta de los contribuyentes, pero resulta dramático que el Gobierno haya preferido premiar a los responsables de la crisis que socorrer a las víctimas, a las que inflige un castigo añadido con todos los recortes realizados hasta la fecha. Es ignominioso que la cuantía de estos “ajustes” sea equivalente a las ayudas concedidas al sistema financiero. Otra vez se opta por lo particular en vez del bien general. Si así se “avanza” hacia la recuperación, no será en línea recta, sino siguiendo un tortuoso camino que favorece únicamente a los poderosos. Poderosos cangrejos.
Tanto deambular errático sólo es concebible en un cangrejo. Los que pertenecen a esa especie animal de piel dura y pinzas temibles para proteger exclusivamente lo “suyo”, están encantados con la marcha. Obtienen pingües beneficios al ir para atrás, atropellando cuanto encuentran en su camino y sin respetar más norma que la que les conviene. Tal parece ser la trayectoria por la que el Gobierno conduce nuestra economía hacia la repetida “recuperación” y en la que atisba luz al final de una pesadilla que condena a cerca de seis millones de personas al paro, expulsa alumnos de la universidad, destruye a las clases medias, niega prestaciones públicas y elimina libertades y derechos de los ciudadanos, además de criminalizar las manifestaciones y protestas públicas y poner cuchillas en la frontera. Pero avanzamos, como los cangrejos.