Avaricia

Publicado el 19 octubre 2014 por Amber

Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Esta es la definición de la palabra avaricia según el Diccionario de la Real Academia de España. Cómo explicarles a todas esas personas que sienten la necesidad de atesorar bienes materiales que para nada les valdrá en su evolución por el paso en la Tierra. Se marcharán sin nada, como sin nada vinieron. Ese afán desmedido por tener más y más sabiendo que no podrán calzar más de un par de zapatos a la vez, ni conducir dos coches a la vez, ni comer, ni vestirse etc. Cómo pueden no sentir un cosquilleo en sus estómagos con una cuenta bancaria que no podrán disfrutar ni en veinte vidas, sabiendo que millones de seres humanos pasan hambre. ¿Qué se les ha pasado por la mente, qué se proponen, acumulando dinero que ni toda su descendencia será capaz de malgastar? No se han dado cuenta del alto precio que van a pagar por la acumulación ilícita de bienes. El primero, el desprestigio de sus apellidos que perdurará en el tiempo, el deshonor, que no hay dinero que lo reemplace, la mala energía que recibirán cada vez que se les nombre y recuerden, en fin, pagarán un alto precio por nada. Sí por nada, porque si piensan en dejarles una herencia crematística de por vida se equivocan, todo lo material es efímero, la verdadera herencia que les dejarán a sus descendientes es el deshonor de un apellido mancillado de por vida. Siempre habrá alguien que a través del tiempo les recuerde a sus hijos y nietos que su padre o su abuelo era amigo de lo ajeno, es decir: un ladrón. ¿De verdad, es la herencia por la que quieren que se les recuerde? Me apena la infelicidad de estas personas, me apena que no hayan sabido encontrar otro sentido a sus vidas que la pobreza del dinero. Todo está bien en su justa medida, nunca en exceso. No tengo más remedio que pensar que estas avariciosas personas escucharon en algún momento de su vida el aforismo que nos dejó Jacinto Benavente: El dinero no puede hacernos felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo.

Meditad y dad marcha atrás, rectificad vuestra conducta, aún estáis a tiempo, compartir esos bienes mal adquiridos aunque sea por propio egoísmo, os hará mucho bien. Conseguiréis aminorad el mal karma que os estáis labrando para vuestras próximas vidas, sí, digo próximas vidas porque en una sola vida no podréis compensar tanto egoísmo.

Conformémonos con lo que tenemos, es una gran satisfacción ganar el pan honradamente, hay muchos aforismos sobre la riqueza, pero uno de los más acertados es el que dice que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. En fin, para qué seguir, la verdad es que todos los hombres estamos hechos del mismo barro, pero no del mismo molde.

Cómo se puede llegar a estos niveles de no considerar en absoluto las necesidades de los demás, ¿cómo han llegado a este punto? Yo digo que están cometiendo hibris, concepto griego que alude al orgullo y a la desmesura exagerada, resultando un merecido “castigo”. En la antigua Grecia, este término se entendía por un desprecio temerario hacia el espacio ajeno y a una falta de control sobre nuestros impulsos. De hecho, era el “pecado” principal de esa civilización, el no conformarse con la parte del lote de fortuna o desgracia, que Cloto, Láquesis y Átropo (Moiras en griego o Parcas en latín), las tres diosas del destino: reparten a cada ser humano. Resumiendo, cometemos hibris cuando queremos más de lo que el destino nos asigna; así Némesis (diosa de la justicia divina) actúa y regresa a la persona dentro de los límites que indebidamente cruzó.



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