En la película nos encontramos a Jake Sully (Sam Worthington), un exmarine paralítico enviado al planeta Pandora para sustituir a su fallecido hermano gemelo en el proyecto Avatar. En este la mente de un humano es tranferida a un cuerpo similar al de la raza habitante de este mundo, los Na´avi, quienes se han mostrado tremendamente hostiles ante la presencia humana, presente para explotar la riqueza minera de su mundo.
Avatar es una película con una evidente vocación comercial y familiar. La primera está más que clara, James Cameron es uno de esos directores especializados en romper las taquillas; más llamativo es el segundo aspecto, de manifiesto en la omisión de la violencia, presente en otras cintas del director. Frente a Aliens o Terminator, esta sería casi una película de la Disney.Puede que la decepción que para muchos ha supuesto Avatar encuentre su raíz en esto. Se esperaba una historia potente y en su lugar lo que se ha visto es deslumbrante, pero vacío. Porque Cameron sabe como contar una película, le da ritmo, pero la cuestión es que no dice -prácticamente- nada. Y no creo que el problema sea el mensaje ecologista que encierra, pero si que la historia sea floja. Y si partimos de que el guión es débil... ¿qué podemos encontrar?
Si tengo que admitir que me ha gustado ver ciertos elementos en común con el resto de sus películas. La presencia de grupos cerrados, los personajes duros (aquí Sigourney Weaver y un notable Stephen Lang); la desconfianza ante las grandes corporaciones comerciales y los entornos extremadamente hostiles se ven aquí como ya se había hecho antes en Aliens, Terminator 1 y 2, Titanic, etc.
Dejando de lado el notabilísimo aspecto técnico, destacaría Avatar en su faceta estética -que ha sido bastante discutible para algunos-. Se trata de un mundo deslumbrante, barroco, apabullante... donde hay unas referencias muy claras. El mundo de los indios norteamericanos en los Na´avi; la prehisoria, en los seres que habitan el planeta y un guiño autorrefencial, con los enromes robots que manejan los humanos. Y me atrevería a ir un poco más allá y atreverme a señalar paralelismos con elementos de la religión hindú, como en la idea del avatar, la imagen de la divinidad, que en el caso de Vishnú es mostrada con piel azul.
Pero más allá de todo ello, de que los Na´avi puedan o no parecerse a pitufos de tres metros, etc. el problema de la cinta es otro. Se encuentra en la manera de contarla y no me refiero a que parezca una versión de Pocahontas en el espacio, una idea que ya Terrence Malick recogió para la maravillosa El nuevo mundo. Lo malo no es lo que cuenta, ni el mensaje y casi tampoco los tópicos... la cuestión es que el guión es flojo. Hay cosas que aparecen y desaparecen, sin más. Elementos de la historia que se dan de golpe, y otros -como el mineral-, poco más que una excusa e incluso personajes como el de Giovanni Ribisi, quien desaparece -casi de golpe-; tras un par de escenas y luego... nada. Más grave, creo que incluso entre los personajes protagonistas hay cosas que se pierden, es el caso de Sam Worthington, quien contaba con un personaje que podría haber dado mas de sí.
He leído críticas en las que se habla de como Avatar redefine el concepto de cine-espectáculo, pero no sé, para mí el cine tiene que ser otra cosa. Tiene que tener algo detrás. La he visto, me ha gustado, he disfrutado haciéndola, pero le falta algo que la haga trascender. En un año como el pasado, en el que la cosecha de ciencia ficción ha sido notable, Distrito 9 o Moon, con menos medios películas son capaces de decir muchísimo más y no me refiero a reflexiones sobre el ser humano, sino al hecho de contar una buena historia que entretenga y divierta.