Ayer tuve la oportunidad de hacer un 'triathlon viajero', es decir, tener que tomar tres tipos de transporte para poder llegar a mi destino. Y claro, tantas horas de un lado para otro dan que pensar, así que observando entre lo que ofrecía el AVE y un vuelo regular, me ha dado por enseñaros mi punto de vista acerca de ambos medios.
Tiempo previo a la salida: A diferencia de lo que sucede a la hora de tomar un vuelo, en el AVE no hay más que acercarse a Atocha (en el caso de Madrid) con cinco minutos de antelación y 'santas pascuas'.
Hora de salida: La hora de salida de los vuelos significa que, con suerte, en ese momento la nave empieza a rodar por la pista; hasta que se despega pueden pasar diez minutos o más. En cambio en el AVE (Al igual que con otros trenes) la hora de salida es eso, la hora de salida.
Retrasos: Pocas son las veces que un vuelo me haya salido a su hora. Ayer mismamente tuve que soportar un retraso de una hora porque el avión todavía no había llegado a la terminal. En el AVE los retrasos no son habituales.
Velocidad: En este apartado, obviamente el AVE sale perdiendo. Y eso que va a 300 km/h; ya me gustaría a mi ver un tren a 800 km/h...
Servicio a bordo: Bueno, bien sea en el AVE, en el ALVIA, o en los aviones de Iberia, la atención al cliente deja mucho que desear.
Precios: Hay mucha gente que piensa que el AVE es solo para futbolistas y tonadilleras, pero la realidad dista bastante de ello. Se puede hacer un trayecto Madrid – Barcelona por menos de 40 euros, mientras que hacer el puente aéreo con Iberia difícilmente podría costarnos menos de 70 euros.
Controles de seguridad: Desde los atentados del 11S los controles de seguridad en los aeropuertos de todo el mundo se 'emparanoyaron' hasta límites insospechables. Es entendible, pero aún así no deja de ser un incordio para los viajeros. En el AVE, y en general en los trenes de medio y largo recorrido, los controles son bastante simples, lo que permite pasar al tren de manera más rápida.
Equipaje: En el AVE, al igual que en los trenes de este tipo, no hay porque andar quebrándose la cabeza si la maleta se pasa de cuatro kilos. En alguna ocasión ya me ha tocado andar pasando ropa de una maleta a otra delante del mostrador de facturación, con la cola detrás.