Avenida Cloverfield 10

Publicado el 19 abril 2016 por Diezmartinez
Cuando se anunció el inminente estreno de Avenida Cloverfield 10 (10 Cloverfield Lane, EU, 2016), opera prima de Dan Trachtenberg, su productor, el influyente J. J. Abrams, advirtió que se trataba de una secuela “espiritual” de Cloverfield: Monstruo (Reeves, 2008), aquella curiosa monster-movie que el propio Abrams produjo hace casi una década. Pero, ¿qué quiere decir, exactamente, “secuela espiritual”? Ni idea: en todo caso, pareciera significar que no se trata, en realidad, de ninguna continuación.En efecto, más allá de la palabra “Cloverfield” en el título, la película dirigida por el debutante Trachtenberg no se parece en nada en la forma ni en el fondo al filme de 2008, un disparejo ejercicio estilístico cuya mayor audacia fue construir toda la historia a través de la mirada subjetiva de una camarita manipulada por algunos de los personajes.Avenida Cloverfield 10 es bastante más convencional en la forma pero, también, más lograda. Estamos en Estados Unidos, tiempo presente. La joven aspirante a diseñadora de modas Michelle (Mary Elizabeth Winstead, casi treintona pero todavía con rostro adolescente) deja su departamento, su novio y sus llaves tras de sí, y huye en su auto con rumbo desconocido. En la carretera, sufre un accidente y, al despertar, se encuentra esposada a una cama.Howard (John Goodman), su voluminoso salvador/secuestrador, le dice que están varios metros bajo tierra, que allá arriba Estados Unidos ha sido atacado (por rusos, chinos, marcianos, sepa por quién), que el aire es irrespirable y que ella está aquí más segura. Michelle no acepta los dichos de Howard, por más que en el mismo lugar aparece un tal Emmett (John Gallagher Jr.), un vecino del lugar que confirma lo dicho por Howard. De hecho, él no está secuestrado sino que entró a ese búnker por propia voluntad, rogándole a Howard que le diera un espacio.Durante la primera parte de la cinta, el argumento escrito por Josh Campbell y Matthew Stuecken juega con la incredulidad de Michelle, quien no cree una palabra de lo que dice Howard, y con lo que sabemos nosotros como espectadores. Al inicio de la película vemos que, en efecto, hubo algún temblor en la ciudad y luego, cuando ella está por la carretera, Michelle escucha en el radio que ha habido cortes de energía recurrentes. ¿No será que Howard tiene razón y algo ha sucedido “allá arriba”? Sin duda el tipo es un paranoicazo, pero incluso los paranoicos pueden tener la razón.Avenida Cloverfield 10 está sostenida pues, en esa primera media hora, en la incertidumbre argumental de lo que está sucediendo arriba del búnker. Luego, viene la primera vuelta de tuerca, cuando la duda queda más o menos resulta. Y, al final, llegará otra más, que no resultará tan sorprendente, porque el propio póster de la película nos la adelanta. En cuanto a la forma, Trachtenberg descansa en gran medida en su trío de intérpretes y en una puesta de imágenes que privilegia los primeros planos, las tomas cenitales y los encuadres cerrados, claustrofóbicos.Cuando llegamos al desenlace, cuando todos los misterios han sido revelados, queda claro que toda la película ha sido apenas el prólogo para esos últimos minutos, en los que hemos sido testigos de la transformación de Michelle en otro tipo de mujer.Si en un diálogo clave con el buenazo de Emmett, Michelle confiesa que se arrepiente de haber sido siempre una persona pasiva y apocada –su hermano la defendía de los abusos paternos, alguna vez fue testigo del maltrato de una niña sin que se animara a hacer algo, cuando tuvo problemas con su novio lo primero que pensó es huir-, hacia el final de Avenida Cloverfield 10 Michelle ha cambiado por completo: se ha convertido en una ingeniosa y determinada combatiente, capaz de enfrentarse a los monstruos de cualquier tipo, de cualquier tamaño, de cualquier planeta. Una Ripley para el nuevo siglo.