«Avenue Q» no se distingue, en estructura, de otros musicales; es, en ese sentido, clásico y ajustado a las «reglas». Pero ahí acaban los parecidos. Su originalidad radica, en primer lugar, en sus personajes, que incluyen seres humanos y marionetas, en un declarado homenaje a «Barrio Sésamo» y «Los Teleñecos». Pero los autores de este musical van más allá y los actores que manipulan a los muñecos no se esconden detrás de ellos, sino que les prestan, además de la voz, el gesto y la personalidad. Eso dota a las marionetas de «humanidad» y acentúa su expresividad, pues muchas veces intérprete y muñeco parecen fundir sus expresiones.
Aunque el humor es la espina dorsal de este espectáculo, y la risa es constante, «Avenue Q» cuenta una historia amarga, de perdedores, de jóvenes que pelean por salir adelante. Y sus autores la cuentan con «incorrección política», con descaro, con el lenguaje procaz que se puede escuchar en la calle, con escenas descarnadas que sin el humor serían difícilmente digeribles... Es «Avenue Q» un espectáculo adulto, crudo, y al tiempo enormemente divertido.
El trabajo de los artistas es más que sobresaliente; es difícil personalizar porque los siete intérpretes brillan a gran altura, pero sí es justo subrayar a los tres que tienen que desdoblarse en varios papeles: Ángel Padilla por el corazón que da a sus personajes; a Leo Rivera, por su extraordinaria capacidad de metamorfosis, y a Isabel Malavia, que otorga el color justo a sus antagónicas mujeres.
Publicado en ABC, 1-X-2010