Avicena formula otro ejemplo en el mismo sentido. Supongamos una infinidad de cuerpos separados entre sí. Estos cuerpos ocupan en su conjunto un volumen determinado, que necesariamente es infinito. Ahora imaginemos que estos cuerpos se acercan unos a otros hasta devenir contiguos unos con otros. Esto hace que el volumen que ocupaban anteriormente se reduzca. Por tanto, el volumen que ocupan ahora está rodeado por el volumen que ocupaban antes. Ahora bien, el infinito no puede ser rodeado por nada. Por tanto, el volumen que ocupan ahora es finito. Y si el volumen que ocupan ahora es finito, significa que no son un número infinito de cuerpos como se había supuesto, ya que un número infinito de cuerpos ocuparía un volumen infinito. Por tanto, es falso que pueda haber una infinidad de cuerpos o una extensión infinita si hay en ella movimiento local. La conclusión es que, dado que hay movimiento local en el universo, éste no puede ser infinito.
Avicena formula otro ejemplo en el mismo sentido. Supongamos una infinidad de cuerpos separados entre sí. Estos cuerpos ocupan en su conjunto un volumen determinado, que necesariamente es infinito. Ahora imaginemos que estos cuerpos se acercan unos a otros hasta devenir contiguos unos con otros. Esto hace que el volumen que ocupaban anteriormente se reduzca. Por tanto, el volumen que ocupan ahora está rodeado por el volumen que ocupaban antes. Ahora bien, el infinito no puede ser rodeado por nada. Por tanto, el volumen que ocupan ahora es finito. Y si el volumen que ocupan ahora es finito, significa que no son un número infinito de cuerpos como se había supuesto, ya que un número infinito de cuerpos ocuparía un volumen infinito. Por tanto, es falso que pueda haber una infinidad de cuerpos o una extensión infinita si hay en ella movimiento local. La conclusión es que, dado que hay movimiento local en el universo, éste no puede ser infinito.