Y parecía mentira que fuera a pasar. Me imagino que no en todos los casos ocurre esto, pero en el nuestro, sí ocurrió. Puede que, al ser un bebé prematuro, no estuviera tan desarrollado como otros, por lo que tal vez necesitara un tiempo para que todo estuviera al cien por cien.
¿Qué le ocurría al bebé?
Desde que nació, durante los primeros meses tenía un lagrimeo constante en un ojo, por lo que muchas veces tenía legañas. Nos dijeron que podría deberse a que tuviera cerrado el lagrimal. Esto hacía que no absorbiera las lágrimas para llevarlas hasta la nariz, donde se evaporan. Si, transcurridos tres meses, no se le abría el lagrimal por sí mismo, usarían una cánula para hacerlo.
Algo más grave y que nos asustaba era el cólico del lactante. Noches enteras en las que el niño rompía a llorar sin explicación alguna. Probamos todo tipo de leche: antiregurgitación, antiestreñimiento, sin lactosa… Ya ves, y de todas las marcas también. Y nada, no había nada que hacer, seguía igual. Esto, acompañado de estreñimiento, nos obligaba a usar también supositorios de glicerina. Lo que sí parecía que le aliviaba un poco era la infusión de manzanilla para bebés que le preparábamos.
Ahí no podía quedar la cosa. El niño nació en pleno verano, pero su cuerpo no era capaz de absorber la vitamina D que le proporcionaba el sol, lo que derivó en ictericia. Casi al hacer dos semanas de su nacimiento, salimos disparados hacia el hospital al ver que el niño estaba amarillo. Y menos mal que lo hicimos. Los médicos tienen una escala para medir la ictericia en la que veinte es lo máximo. El niño llegó con diecinueve, así que imagínate. Nos pasamos unos cuatro días con el niño hospitalizado en un “solárium” donde lo acuestan y le ponen un antifaz para que no le moleste la luz. Solo salía de allí para amamantarse.
Tras los tres meses…
Dos o tres días antes de volver a visitar el pediatra, en la consulta donde usarían la cánula para abrir el lagrimal, éste se abrió solo. De un día para otro.
El niño dejó de padecer los cólicos del lactante que tan malas noches le estaban haciendo pasar. Coincidió que en esa fecha le dábamos una marca de leche que también tomé yo siendo bebé porque, por lo visto, era la única que me sentaba bien. ¿Casualidad o desarrollo de los tres meses? Nunca lo sabremos.
Desde entonces, no ha vuelto a ponerse amarillo. Bueno, sí, pero por otras razones. El último pediatra que le hizo la revisión decía que era por exceso de caroteno, de comer tanta calabaza y zanahoria. Nada malo.
Y tu bebé, ¿está sufriendo algo de esto? ¿Qué métodos sigues para remediarlo?