En vez de escoger nuestras propias metas de mejoramiento personal, un enfoque más apropiado sería preguntarnos: ¿Qué quiere el Señor de mí? A través del profeta Miqueas, Dios reveló que desea que hagamos lo correcto, que seamos misericordiosos y que caminemos humildemente con Él (Miqueas 6:8). Todas estas cosas se relacionan con el mejoramiento del alma más que con la superación personal.
Gracias a Dios, no tenemos que depender de nuestra propia fuerza. El Espíritu Santo tiene el poder para ayudar a los creyentes a crecer espiritualmente. La Palabra de Dios declara que Él es capaz de «[fortalecernos] con poder en el hombre interior por su Espíritu» (Efesios 3:16).
Así que, al comenzar un nuevo año, decidamos ser más como Cristo. El Espíritu nos ayudará mientras busquemos caminar humildemente con Dios.
Aquel cuyo recurso es el Espíritu Santo ya ha triunfado.
(Nuestro Pan Diario)