¿Alguna vez, paseando por la calle, habéis visto a alguien que necesitaba ayuda urgente y habéis pasado de largo? ¿O quizás habéis ayudado a esa abuelita que ha tropezado a vuestro lado mientras que los demás que andaban por allí han mirado hacia otro lado?
El caso de Kitty Genovese
En marzo de 1964, alrededor de las 3 a.m., Kitty Genovese fue brutalmente violada y apuñalada cerca de su apartamento en Nueva York. El ataque duró aproximadamente media hora, y se conoce que 38 de sus vecinos la escucharon gritar y pedir auxilio, e incluso algunos de ellos salieron a la ventana para ver lo que ocurría. No obstante, ninguno de ellos acudió en su ayuda y para cuando alguien llamó a la policía ya era demasiado tarde y Kitty había fallecido.
Kitty Genovese.
Este caso se hizo muy famoso en EE.UU. y la tragedia tuvo un fuerte impacto en la población, provocando incluso una campaña de protesta en la prensa local contra la apatía general que habían mostrado los espectadores ante lo sucedido y su negativa a ayudar a la víctima. Pero, ¿por qué ocurrió esto?
El Efecto Espectador (Bystander effect)
A raíz del caso de Genovese, en 1968 los psicólogos Bibb Latané y John Darley investigaron el por qué y en qué casos los espectadores de un acaecimiento de tal naturaleza deciden no ayudar. El experimento era simple: se hacía creer a los participantes (los meros espectadores) que uno de ellos estaba sufriendo algún tipo de ataque y se observaba en qué circunstancias acudían en su ayuda. La conclusión principal de la investigación fue que, cuando los participantes creían estar solos con la “víctima”, se mostraban más dispuestos a ayudarla y con mayor rapidez, mientras que, cuando había más de un espectador en la sala, se producía una dispersión de la responsabilidad (“si yo no ayudo, otra persona lo hará”) y en la mayoría de los casos la víctima quedaba olvidada.
Esto es lo que actualmente se conoce como Efecto Espectador o bystander effect, y por el que se puede explicar (que no justificar) lo sucedido en el asesinato de Kitty Genovese: los vecinos espectadores creyeron que otros acudirían en su ayuda, por lo que, al final, nadie prestó su ayuda a tiempo.
Sin embargo, todos hemos vivido situaciones en las que alguien ha necesitado ayuda y hemos acudido inmediatamente en su ayuda, o hemos visto a otros hacerlo, incluso en situaciones que sobrepasaban nuestras capacidades (sin ir más lejos, en el reciente accidente de tren en Santiago, que provocó una movilización a nivel nacional). Entonces, ¿qué es lo que determina que el espectador intervenga o no lo haga?
Factores que intervienen en la conducta prosocial de auxilio
Existen muchísimos factores, tanto situacionales como personales, que nos influyen a la hora de intervenir en situaciones de emergencia, desde no ir con prisas o estar de buen humor hasta ver a una persona a la que admiramos acudir a ayudar a la víctima, así como considerarnos los únicos presentes junto a esta última, como ya se ha mencionado. Asimismo, las características de la víctima también influyen en nuestra decisión, entre las que podemos destacar:
→ Su semejanza con el espectador, ya sea su edad, actitud o nacionalidad; cuanto más semejante se perciba a la víctima, mayor será la probabilidad de ofrecer la ayuda.
→ El género también puede ser un factor determinante; se ha observado que los espectadores masculinos tienden a ayudar más a víctimas mujeres que a víctimas hombres, mientras que los espectadores femeninos suelen ayudar tanto a hombres como a mujeres de forma equitativa.
→ La responsabilidad y la legitimidad percibidas: nuestras creencias, nuestros juicios y nuestras interpretaciones sobre quién ha provocado la situación, por qué ha tenido lugar y si es “justo” o no que ocurra, tienen una fuerte influencia sobre nuestra disposición a ayudar.
Fomentar la conducta prosocial
Es importante que tomemos conciencia de lo importante que es no pasar de largo en situaciones de emergencia y los muchos problemas que podemos ahorrarnos con sólo prestar nuestra ayuda a quien lo necesita. ¿Cómo podemos conseguir esto?
Existen aproximaciones muy diversas en cuanto a esto. Una de ellas, basada en la Teoría del Aprendizaje Social (de la que hablaremos en próximas entregas), propone la presentación de modelos prosociales; esto es, por ejemplo, lo que muchas campañas de concienciación hacen, donde se muestra a personajes famosos como Angelina Jolie o Brad Pitt, o incluso no tan famosos, realizando aquellas conductas que se busca potenciar. Por otro lado, numerosas investigaciones han demostrado que desarrollar sentimientos de empatía y cohesión con los demás también favorece a incrementar nuestra disposición a ayudar. Y, por último, también se ha demostrado que, simplemente teniendo conocimiento de este Efecto Espectador, somos más dados a ayudar a los demás, así que una servidora espera haber hecho llegar bien el mensaje y que los lectores de este blog tengan una conducta más prosocial a partir de ahora.
Julia T.