Históricamente son dos de las principales plazas del PP, y por eso a nadie puede sorprender que tanto propios como extraños vayan a mirar con lupa el resultado de su apuesta. Mientras llega el momento del examen, el último domingo de mayo, la opción de Casado nos deja algunas lecturas. La más obvia es que, para ensanchar su espacio político, el presidente del PP necesita rodearse de personas de su absoluta confianza y personal y política. No podría ser de otra forma habiendo, como hay, tanto en juego. Ni Díaz Ayuso ni Martínez-Almeida tienen un gran tirón popular, pero el presidente del PP ha preferido apostar por dos políticos poco conocidos y sin experiencia de gestión, antes de arriesgar con algún “verso suelto” que se atreviera a ir por libre.
Si le sale bien lo de Madrid, estupendo para él y para su partido; si fracasa, su autoridad se verá mermada y su incipiente liderazgo se tambaleará. Para “asaltar” el Palacio de la Moncloa y desalojar a Pedro Sánchez –cuando toque−, Casado necesita que el alcalde de Madrid y la presidenta de la Comunidad se hagan fuertes con la coraza del PP para poder actuar de catapulta y apuntalar su victoria en unas generales. Madrid es, de paso, el territorio natural del presidente del PP y cualquier debilidad en el espacio que le es más propicio sería difícil de sobrellevar.
La segunda lectura es que la elección de dos conservadores “sin complejos” como aspirantes en Madrid es una clara maniobra para frenar el ascenso de Vox. Y es algo fácilmente entendible dado que el PP necesita taponar cuanto antes la previsible sangría de votos tradicionalmente suyos, dispuestos ahora a dejarse seducir por los cantos de sirena procedentes de la derecha más extrema. En todo caso, a la vista de los acontecimientos, y dado que las mayorías absolutas parecen haber pasado a la historia, cabe imaginar que el PP solo podrá conservar el poder en la Puerta del Sol, y recuperarlo en el Palacio de Cibeles, con un pacto a la andaluza.
Con un discurso beligerante en defensa de los principios y valores del PP −al estilo de Aguirre, cuyo legado ideológico han heredado−, Díaz Ayuso y Martínez-Almeida son dos perfectos arietes para recuperar las viejas esencias del aznarismo en cuyo seno anidaron liberales y conservadores al calor del poder estatal, autonómico y municipal.
Pero esta operación no está exenta de riesgos. Si el PP se aleja del centro político, será Ciudadanos el grupo político que ensanche su angosto territorio gracias al hueco que deja el PP con su viraje. A nadie se le escapa que desde la formación naranja –Aguado y Villacís en el caso de Madrid− sabrán tomar buena nota y explotar esa aparente debilidad del PP. Hace bien, desde luego, el PP estando tan pendiente como está de Vox, pero si se descuida y Ciudadanos le adelanta por el centro, las consecuencias pueden ser igualmente dramáticas.
Díaz Ayuso y Martínez-Almeida son dos huesos duros de roer. Más próximos ideológicamente a la derecha que representan los de Santiago Abascal, necesitarán Dios y ayuda para poder cumplir el encargo que les ha hecho Casado. Saltan al campo de batalla a por todas. Con un doble objetivo: taponar la sangría de votos que se han ido por el sumidero de la corrupción y la falta de firmeza ideológica y evitar que el empuje de Vox les hunda en la miseria. Si lo consiguen serán unos héroes para su partido; en caso contrario, el propio presidente del PP lo lamentará en primera persona, al fin y al cabo, la decisión ha sido suya y solo suya. Veremos.