Eso a veces hace que una situación ya de por sí complicada, como estar riÑendo (¡anda, otra Ñ!) haga que un enfado pase de castaÑo a oscuro, si es que la palabra malsonante sale de la boca de tu hijo. Hijo que ya no es un bebé, es un niÑo. AÑoras momentos en que todo era más fácil, ellos eran pequeÑos y, ahora, desde la perspectiva que da el tiempo pasado, esas preocupaciones las ves de lo más moÑas.
Porque desde que eres madre, te conviertes en un Ñoño: lloriqueas por todo, te emocionas con las cancioncitas de los festivales (momentos pantojiles, sí), incluso haces tus pinitos con el DIY, que empiezan cargados de buenas intenciones y terminan siendo una chapuza o lo que viene siendo haces Ñapas. Ñ de coliño, que es el regazo en gallego. Esos días en que están malitos o cansados y te piden y te llaman como si fueses lo único que les puede salvar, que les puede curar. Esos momentos en que eres el centro de su vida de nuevo cuando ya son un poco mayores, que sólo quieren colo, colito, coliño. Y no les sirve cualquiera, sólo el de su mamá. Te hacen recuperar esa sensación de necesidad que tienen, aunque termines a veces hasta el moño.
Y aunque los adoras, hay veces en que ellos se convierten en auténticos Ñu, como nos contaba Trimadre30 en su último AZ.
Y finalmente, como no puede ser de otra manera, el comienzo, por donde todo empieza....Ñ de ñaca ñaca, o esas leyendas urbanas que suelen asociarse a los sábados sabadetes.